23: Ovillos de colores

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Las olas ejecutaban su propio vals en la orilla del mar mientras una menguante alumbraba el cielo dedicándoles el más bello número

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Las olas ejecutaban su propio vals en la orilla del mar mientras una menguante alumbraba el cielo dedicándoles el más bello número.

Tenían una fogata de cemento en el balcón de la casa donde se encontraban asando malvaviscos después de haber cenado sushi de camino a Malibú durante la escapada de todo lo que conocían. Las llamas chispeaban delante de ellos. Estaban sentados en un sofá justo delante del fuego.

Emma se puso de pie para asar un malvavisco. Tenían varillas de hierro a su disposición. Colin se quedó observándola ser ella. Le provocaba muchas cosas los biker shorts de su esposa. Le provocaba muchas cosas su esposa. Emma retiró el malvavisco del fuego y sopló con todas sus fuerzas.

—Emmy.

—El choco, por favorcito —giró hacia él. Colin agarró el bote de chocolate para waffles y bañó al malvavisco de ella—. Gracias, señor. Eres un esposo de 10.

—Corazón —repitió, dejando el bote sobre la mesita, entonces, regresó a verla justo en el momento en que Emma metió el malvavisco entero a su boca—, eres hermosa.

Emma rio, casi escupiendo el malvavisco como un cañón, acto seguido, cubrió su boca con una mano mientras seguía masticando un poco más rápido. Sintió sus mejillas arder y la necesidad de quitarse la sudadera celeste que estaba usando.

Logró tragar sin morir.

—Gracias —contestó. Colin iba a decirle de nada, pero Emma siguió hablando—. ¿Quieres que prepare un malvavisco para ti?

—Eh..., no. Quiero que te sientes a mi lado.

Emma dejó la varilla a un lado y regresó a sentarse en el sofá con los pies arriba, se abrazó las piernas y recostó su cabeza sobre el pecho de él, mirando el fuego tan abrasador como el amor que se tenían los dos.

Sujetó el brazo izquierdo de él y miró el reloj plateado.

—Falta cinco minutos para la medianoche —informó.

Colin miró su reloj. 11:55. Para esa hora, hacía dos años, se encontraban besuqueándose en el sofá de Jason. Recordaba su inocencia expresada en no cargar condones. Lo cierto es que aquella noche, hacía dos años, estaba seguro de que la había perdido antes de tenerla, así que tenía sentido que no fuera preparado para conocer el espacio sideral. Pasó a mirarla a ella, ella lo miró también, y se besaron superando a la fogata con sus labios.

—Te amo —dijo él—. Te amo bien.

Emma sonrió. No le gustaba pensar en las Emmas que vivían en el pasado, pero esa noche imaginó que le escribía una carta a cada una, en especial a la Emma que se encontraba llorando sobre sábanas de princesas.

«Querida yo del pasado, seguirás llorando, seguirás sufriendo, pero ese chico que, en un rato, te seguirá en su camioneta hasta el departamento de Jason, es todo lo que nunca soñamos, es mejor».

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora