52: Tío Jamie

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Estaban durmiendo en cucharita cuando el celular de Emma recibió una llamada

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Estaban durmiendo en cucharita cuando el celular de Emma recibió una llamada.

—Grrr —gruñó con los ojos cerrados.

Colin le dio un beso en la mejilla.

—Gatita, es hora de despertar —le dio otro y otro beso, y el celular seguía sonando en la mesita de noche de ella.

Emma gruñó más cuando Colin le dejó de abrazar para levantarse de la cama y tomar el celular.

Ay no.

Tío Jamie.

Colin se sentó en la orilla de la cama y respondió:

—Hola, tío Jamie —miró a Emma por encima de su hombro.

Emma abrió sus ojos como platos.

—Sí, estamos en camino —añadió él porque vaya a saber qué pasó por su mente para soltar tal mentira cuando ambos aún olían a aliento mañanero, sumando a que ella estaba enterrada bajo un edredón con una gatita durmiendo en medio de sus almohadas de plumas.

Emma le dio un golpecito en la espalda cuando Colin terminó la llamada.

—¿Estamos en camino?

—Me puse nervioso —le mostró la pantalla—. Es casi mediodía. Debemos apurarnos.

—No me digas —frotó sus párpados.

Dios mío, casi no podía mantenerlos abiertos.

Se habían quedado dormidos alrededor de las tres de la mañana por hablar acostados sobre cualquier cosa y sobre todo. Sobre el antojo de Emma de fresas bañadas en chocolate hasta cómo planeaban decorar su inexistente casita. Emma decidió que necesitaban un pequeño horno de barro para pizzas y obras de Van Gogh en la cocina. Hablaron sobre que jamás dejarían que una diseñadora de interiores pisara su casa porque Emma estaba fielmente contratada. En diciembre del próximo año estarían pasando Navidad en esa casita todavía desconocida, y esa idea los llenaba de emoción y curiosidad. Tenían tantas obras que colgar en esas paredes todavía vacías de ellos, tantos muebles que mover y tantas sartenes que lavar.

—Vamos —dijo él.

Emma se movió y, auch, auch, auch.

¡Auch!

No supo cómo consiguió levantarse de la cama.

Le dolía... el ano.

Cara de disimulo, cara de disimulo.

Posó con una mano en su cintura, completamente normal.

—Eh. —Las palabras se escaparon de su memoria interna.

Colin se quedó mirándola, esperando lo que sea que estaba por decir.

—¿Qué?

—Que no debiste decirle que estamos en camino —negó con la cabeza.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora