11: AN-TE-NAS

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Subiendo por el ascensor, recibió una llamada de Eugene que ni siquiera se tomó el tiempo de cuestionar si debía contestar o no

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Subiendo por el ascensor, recibió una llamada de Eugene que ni siquiera se tomó el tiempo de cuestionar si debía contestar o no. Silenció la llamada y hundió su celular en el bolsillo de su jean azul.

Su bostezo chocó contra la puerta del departamento.

Cuando entró, la halló sentada en el suelo, frente a la mesita de centro como escritorio. Emma mantenía su mirada y su atención inmersas en un cuaderno de hojas blancas. Sostenía un lápiz y estaba usando una camiseta de él como vestido.

—Querida, ya llegué.

Emma emergió de alguna clase de océano creativo cuando lo escuchó por encima de sus pensamientos. Exhaló con dramatismo y soltó su varita mágica.

—¡Amorcito! —se puso de pie con torpeza. Primero apoyó su rodilla derecha, después levantó el resto de su cuerpo, sosteniendo su cuaderno—. Estuve trabajando todo el día, ni te imaginas cuánto y ¡finalmente lo conseguí!

—¿Conseguiste qué? —dejó caer su mochila. En una mano traía una bolsa de comida. Emma le enseñó su momento eureka y él sostuvo el borde del cuaderno con sus pulgares.

—¡Son nuestros disfraces! —comenzó a señalar con su índice—. Este es mi disfraz. No te mentiré, me inspiré un poco en Britney en Oops... I did it again. Los disfraces de los tres serán azules metálicos, le añadí esos detalles que serán plateados. Esteli se verá hermosa —mordió su labio inferior, mirándolo a la cara en busca de alguna respuesta.

—No sabía que los Neptunianos tenemos... antenas...

—Obvio sí —rio—. Así es más sencillo la comunicación telepática.

Y ahí estaba, el disfraz por el cual su suegro y sus cuñados no dejarían de molestarlo hasta el próximo Halloween cuando a ella se le ocurriese un disfraz que aplastase al disfraz de neptuniano con antenas.

AN-TE-NAS.

—Gracias a Dios no se te ocurrió diseñarme un traje apretado.

A diferencia del boceto ajustado de Emma, el de Colin era holgado.

—¿No te gusta? —miró su arduo trabajo.

Joder. Escucharla desilusionada equivalía a una tonelada de estiércol cayendo encima de él.

—Me encanta. —No mentía. Le encantaba porque venía de la cabecita de ella. Emma sonrió un poco—. Solo que no me esperaba esas antenas. Hasta Esteli tendrá unas —avanzó—. Ah, te compré un emparedado de pollo con papas fritas. —Y, cuando giró de nuevo a verla, Emma ya tenía una cinta métrica como si quisiera atacarlo con ella, y, en cierto modo, eso fue lo que hizo.

Comenzó a medirlo como una experta. Había esperado todo el día para tomarle las medidas. Tenía tan solo una semana para hacer tres trajes neptunianos. Era el mayor reto de costura que había aceptado desde que decidió hacerles ropas a sus muñecas cuando era niña (esas Barbies habían desfilado frente a Coral. Hubo mucha presión de por medio).

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora