𝓔𝓼𝓽𝓮𝓵𝓪

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𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒆𝒙𝒕𝒓𝒂 

Estaba segura de que la palabra "esperanza" había sido inventada por un loco, de la misma manera en la que un bebé inventa palabras sin sentido; y, al igual que a un bebé, los adultos de su casa se habían encargado de subir en las repisas más altas cualquier objeto con el que pudiera hacerse daño. Le daban agua en vasos de plástico y en los baños se habían extinguido las rasuradoras. Ella era la única que creía que estaban exagerando. Siempre se había imaginado su suicidio sin una gota de sangre. Aunque, por supuesto, una sobredosis tampoco era opción; ni siquiera le habían dejado medicina para la menstruación. No podía decir mucho cuando solo estaba experimentando las consecuencias de haber repetido constantemente ―Me quiero morir― en sentido literal. Y seguía queriéndose morir. No contar con herramientas lo único que había provocado es que se sintiera más frustrada. A veces cerraba los ojos e imaginaba un final diferente; uno en el que los tres eran felices, y eso la hacía sentir más triste.

La vida era eso que pasaba a través de la ventana de su habitación, mientras ella dormía con la manta hasta la cabeza. La vida era eso que pasaba cuando él la visitaba con la ilusión de que esa noche fuese diferente. La vida era eso que pasaba cuando él la tomaba de la mano y le pedía, llorando, que saliera de esa cama. Ella lo estaba desgastando, y no quería lastimarlo aún más.

Desde que le había pedido "un tiempo", no había podido levantarse de la cama. No tomaba agua, así que, ir al baño no era necesario. En su casa, el silencio era indicador de la más desgarradora batalla. Su familia no abandonaba la guardia, y entraban a su cuarto solo para encontrarla fingiendo estar durmiendo; y ellos se tragaban cada actuación, porque dormir demasiado es lo que la depresión te hace hacer, y tenía sentido.

Los días de baño eran los días más miserables de todos.

―Buen día a la florecita más hermosa del campo. ―Jake encendió la lámpara de la mesita de noche, y tuvo que soportar ser ignorado. Emma se encontraba enrollada en su manta, que a esa altura de la semana estaba apestosa―. Es día de baño.

Emma cerró sus ojos con fuerza, aferrándose a su almohada.

―Déjame en paz ―logró pronunciar.

―También es día de comer como un ser humano; y hacer del baño. La doctora Smith no recetará nada para el estreñimiento mientras no estés comiendo bien, y yo lo encuentro bastante lógico.

―Dije que me dejes en paz ―masculló.

―Mientras te bañas, cambiarán tus sábanas y ventilarán el cuarto. Ahora mismo, salir tu cueva no parece una opción. Arriba.

Jake estiró la manta, y Emma se acurrucó; estaba usando el mismo camisón blanco hace una semana, era su favorito, y a veces se imaginaba que era la ropa con la que la encontraban muerta.

―Si no te levantas, te cargaré al baño como la última vez. Mira, Bia llegó ―miró a su novia, quien se paró en la puerta. Cruzaron miradas que se decían todo. Sabían lo que debían hacer. Llevaban días preparándose.

―Buen día, mi Emmy. ―Bianca entró a la recámara, pisando con cuidado, como si se encontrara caminando por un campo de minas.

―Emma, ¿te levantas? ―inquirió él.

―No, déjenme en paz. Maldita sea. No me quiero bañar. No quiero comer. Y lo mejor que me puede pasar en ese momento es morir por no hacer caca. Dejen de tratarme como una niña, y asuman que no quiero estar con vida ―cerró sus ojos con más fuerza, dejando que las lágrimas trazaran sus caminos sobre su nariz.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora