20: Noviembre

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Emma entró a la recámara con un batido verde en su mano

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Emma entró a la recámara con un batido verde en su mano.

—So..., don't stop me now. 'Cause I'm having a good time, having a good time!!!! —cantó mientras Colin yacía boca abajo, en la cama, junto a Estela.

—¡Nooo! —gritó él, aunque su alma exclamara ¡sí! al escucharla cantar una de sus canciones favoritas de Queen. Tenía el cerebro quebrado como un huevo que rodó por la mesada hasta caer y estrellarse en el suelo.

—¡Sí! —empujó la puerta con su pie, cerrándola—. Amorcito, quiero que bebas mi delicioso batido contra la resaca —dijo orgullosa, parándose a un lado de la cama—. En realidad, es un simple batido verde, pero mis hermanos dicen que funciona contra la resaca. Quiero que lo bebas.

—Y yo quiero el divorcio —balbuceó con la mejilla contra la almohada.

—¡Ja! Suerte con encontrar otra esposita que te prepare un batido verde cuando estés con resaca —intentó dar un paso al costado, pero Colin saltó, abrazándola a la altura de las nalgas para seguidamente echarla encima de él.

El batido se derramó en la cama.

—No me regañes.

Emma lo miró y se atontó. En un rincón de esas pupilas encontró a un niño esperando ser regañado porque lo merecía.

—Está bien —estiró su brazo, colocando el vaso en la mesita—, solo se derramó un poco. Eeh, es casi mediodía, tengo hambre y quiero irme a casita de ratón porque, no sé, creo que, como mujer casada, tuve suficiente de mi familia. Mi papá insiste en que nos quedemos a comer, pero, mírate, mírame, olemos horrible, debemos quitarnos el maquillaje, la ropa.

—¿La ropa? —enarcó una ceja. Emma rio—. Yo no huelo horrible.

—Por primera vez, eres el apestoso del matrimonio.

—¿Por eso no me besas?

—No tuve oportunidad. Me pediste el divorcio al despertar.

—Estaba jugando.

—¡Vaya juego! —rio. Colin la sujetó de los brazos.

—Prométeme que siempre, siempre, siempre me despertarás exageradamente cada vez que tenga resaca. Te amo con la misma fuerza que me odio por haber bebido demasiado.

—Qué poeta —sonrió, contemplando el maquillaje nublado en el rostro de él. Los trazos azules se derramaban en su cara como un río desbordado—. Y te prometo que me aseguraré de despertarte exageradamente —le dio un delicado beso en los labios—. ¿Puedes conducir?

—Dah. Los neptunianos tenemos doble batería interna para cuando una se agota.

—Perdón —rio, sentándose en el borde de la cama.

—Pero primero beberé mi batido hípster.

—Ya nadie usa la palabra hípster, Oschner.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora