51: Lingotes de oro

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Cuando Faith abrió la puerta de su loft, Emma y ella se abrazaron con chillidos de emoción de por medio que principalmente salieron de la primera

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Cuando Faith abrió la puerta de su loft, Emma y ella se abrazaron con chillidos de emoción de por medio que principalmente salieron de la primera.

—Por favor, pasen. —Faith se limitó a estrechar la mano de Colin porque lo conocía bien. Nada de abrazos ni apretones no consensuados. Después acarició la cabecita de Estela quien estaba en brazos de Colin.

—¡Vaya! Este piso se ve incluso mejor que por videollamada. —Emma observó su alrededor velozmente y giró hacia Faith para sonreírle.

Gracias a Bianca, Faith había conseguido popularidad como manicurista, así que, además de trabajar en un salón de belleza, hacía grandes extras arreglando las uñas de personas ricas y alguna que otra celebridad. Hasta tenía una cuenta de Instagram de su trabajo con 50.000 seguidores que apreciaban su arte en uñas. Así que ganaba suficiente dinero, y le seguía sobrando, para alquilar un lindo loft moderno en Manhattan. Se había mudado del Bronx, realmente no tenía a nadie ahí desde que Gael se mudó con su papá. Pero estaba bien porque Faith trabajaba todo el día. Se había hecho de tiempo para recibir la visita de ellos dos (¿o tres?).

—Gracias. —Faith le sonrió. Estaba orgullosa. Había conseguido vender su casa del Bronx. Nunca pensó que algún día estaría viviendo en un loft moderno gracias a su trabajo, solo se había demorado veinte años. Y gracias a Bianca también, por supuesto. Sin dudas, Bianca había sido un ángel para ella.

Emma continuó mirando los portarretratos sobre las estanterías. Había fotos de Gael siendo niño, otras de Faith con su difunta madre, y, finalmente, una donde estaban Faith, Gael y Emma en la boda de la misma. Emma se cubrió la boca y agarró el portarretratos de marco dorado. Había sido la más hermosa sorpresa del día.

—¿Por eso me pediste que eligiera mi favorita? —miró a Faith.

—Sí —sonrió al otro lado de la barra de su cocina—. Siéntense, por favor —señaló la sala de estar donde había un sofá blanco y un asiento fucsia en forma de mano gigante que Emma no dudó en ocupar.

—La diseñadora de interiores se lució.

Faith caminó hasta ellos con una caja blanca.

—¿Verdad? —abrió la caja delante de Emma. Eran macarrones multicolores exclusivamente para ella—. Son para ti, cariño.

—¡Oooh, Faith! —Y esa había sido la segunda sorpresa más hermosa del día. Eligió un macarrón amarillo—. ¿Son para mí?..., ¿enteramente míos? Entonces, decido invitarle uno a mi esposo.

Faith rio y se sentó junto a Colin en el sofá, dejando la caja en la mesita.

—Prueba uno Cole, pero solo uno.

Colin rio.

—Lo especificó bien —dijo, y tomó uno color lavanda.

—Gracias, Faith. —Después de masticar, Emma se dio cuenta que ni siquiera lo había agradecido de la emoción—. Me siento terriblemente mal por no haberte traído nada.

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora