Nunca se trató de curar la herida,
sino de aprender a vivir con ella,
de amigarse con ella.
Y Emma estaba lista para intentarlo
una y otra vez, hasta alcanzarlo.
Libro #1 Al Estilo Emma
Libro #2 El Novio de Emma
Libro #3 Las Cenizas de Emma
Libro...
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—Profesor Oschner.
Una joven de cabello rizado y corte shaggy subió al escenario cuando el resto de la clase subía las escaleras en dirección a la puerta del auditorio. Colin se encontraba cerrando en su iPad las guías de la presentación que había dado.
—Profesor Oschner. —La joven desconocida llegó hasta él.
—No soy profesor —contestó sin mirarla con un claro sabor amargo en su boca. Bloqueó su iPad. Bueno. ¿Todavía no lo dejaba en paz? —Si necesitas algo, Cohen estará aquí la próxima semana —colocó su mochila sobre el escritorio que tenía enfrente, y metió su iPad como si la joven no se encontrara ahí.
—¿No eres profesor? —se acercó un paso más. Colin se aguantó para no poner sus ojos en blanco mientras sacaba su celular del bolsillo trasero de su pantalón color caqui—. Vaya... Qué... bueno.
—Ya me tengo que ir —colgó su mochila sobre uno de sus hombros y caminó a la puerta de entrada y salida del maestro.
—Mi amiga me retó a que no conseguía invitarte un café —lo soltó todo de una vez. Colin sostuvo la puerta abierta. Había visto a un par de chicas pasarse notas y riendo en silencio—. Noté tu anillo. Pero me gustan los retos.
Colin se marchó, azotando la puerta.
Cuando entró a la sala de reuniones, donde Kurt, Brice y Mónica estaban bebiendo café como tres personajes de una serie de comedia en la oficina, su cara estaba configurada con la tecla de antipatía, que, hasta sus tres compañeros, quienes andaban en modo chisme, se dieron cuenta.
—¿Día difícil con el kindergarten, Colin? —preguntó Brice.
Colin botó su mochila sobre la mesa y se desparramó en la silla.
—No me prestaron atención en ningún jodido momento.
—Eres el suplente y tu aspecto de joven no te ayuda —le recordó Mónica, sentada encima de la mesa.
—Te esfuerzas como si a Cohen le interesara que des bien su clase. —Kurt le pasó un cigarrillo.
Fumaban dentro del edificio a escondidas. Eran cuatro físicos en una habitación, hacía tiempo que habían aprendido a burlar el sistema de humo de la sala con un destornillador. Un poco irresponsables. Pero estaban tan cansados que ni siquiera Mónica los acusó cuando encontró a esos tres subidos sobre unas sillas, en una de las tantas tardes que Cohen los mandó a la mierda.
Colin negó con su mano. No eran de menta. Sacó su propio cigarrillo de su mochila y lo encendió en su boca mientras Mónica contaba de la vez en la que había hecho de suplente de Cohen y cómo nadie le había tomado en serio.
—Una chica me invitó un café —les contó, rascándose el costado de la nariz. Mónica lo miró con unos ojos exageradamente abiertos.
—Pobre de ti y tus problemas de gente linda, Colin —dijo Brice.