14: Alan

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Colin caminó por el pasillo de la residencia universitaria que una vez juró no volver a pisar

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Colin caminó por el pasillo de la residencia universitaria que una vez juró no volver a pisar. Un grupo de estudiantes, que usaba sudaderas de la mascota de la universidad, se encontraba pegando afiches de la gran fiesta de Halloween que se daría en la mansión de una fraternidad en la que todos estaban invitados. Doblando en una esquina, se topó con un muchacho albino caminando en su dirección. Lu. El roomie de Alan. Colin se preguntó si lo recordaba.

—Eh, ¿Lu? —dijo como si fuese difícil confundirlo. Se detuvo frente a él.

—Colin Oschner —contestó el tipo musculoso con pectorales enormes—. Felicidades por tu matrimonio.

Estrecharon sus manos.

—Gracias. ¿Y Alan?

—Está estudiando en el cuarto.

—Perfecto. Gracias —siguió su camino hasta la habitación 1120. Había un pequeño pizarrón blanco colgado por la puerta, y, escrito en negro, decía: Alan vive aquí (y Lu a veces). Llamó a la puerta con dos golpes.

—¡Pasa...! ¡A menos que seas un asesino!

Colin abrió la puerta y sus miradas circunstanciales se encontraron. Alan estaba sentado en una silla giratoria, sobre su escritorio tenía dos libros abiertos y una portátil encendida. Estaba tratando de aprobar un examen.

—No eres un asesino.

—Hola. —Colin cerró la puerta detrás de él. Miró a su alrededor.

Vaya, pero vaya. Nunca pensó que Alan estuviese viviendo en un cuarto tan bien arreglado. El Alan del pasado, viviendo entre restos de frituras y calcetines sucios, no lo reconocería ni con gafas. Quería pensar que ese era el nuevo Alan y no un Alan obligado a vivir en higiene por su nuevo roomie aseado.

—Hola —contestó, girando su silla para regresar a sus cosas.

—Buen póster —señaló el afiche de Queen que colgaba en la pared.

—Es de Lu.

—Me lo encontré en el pasillo.

—Ah.

—¿No sales a comer con él?

—No, estoy estudiando, así que, si tu rara visita tiene un motivo especial, será mejor que empieces a hablar —botó una pluma contra el escritorio.

Colin había ido preparado para Alan el duro.

—Eugene me dijo que estás dolido por lo del discurso en mi boda, y mi rara visita tiene que ver con eso —se sentó en el borde de la cama que supuso que era de él—. Si no te llamé o no vine antes fue porque estuve lidiando con asuntos personales. Siento que te hayas sentido de esa manera.

Quería que Emma lo poseyera porque, aunque había planeado lo que iba a decir, nada le parecía acorde, además, Alan lo estaba mirando con ¿rabia?, ¿odio?, ¿resentimiento?, ¿rabia, odio y resentimiento?

El Renacer de Emma© #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora