24 | La llamada que se temía

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Todos los semestres de primavera, pastores invitados visitaban el campus para dar una serie de conferencias de tres días. El viernes, después de las conferencias de la mañana, Alec salió de la iglesia con su traje y su Biblia bajo el brazo para dirigirse al comedor.

Jin Hyun le había escrito hacía dos minutos para hacerle saber que había reservado un punto estratégico del campo de fútbol donde tendría lugar el picnic, por lo que le encargó que recogiese otro menú para él.

A Alec le entregaron dos cajitas blancas de cartón con la comida especial del picnic; después, regresó sobre su camino hasta las residencias femeninas, y cruzó la carretera hacia el campo de fútbol tras una de ellas.

Para variar, no estaba lloviendo. De hecho, incluso diría que hacía calor debido a la pesadez de las nubes.

Reconoció a Jin Hyun de pie, con pantalones beige a juego con su chaqueta y camisa blancuzca, clavada la mirada en la pantalla de su teléfono. Se notaba perfectamente que había estado haciendo ejercicio, porque la tela se ajustaba a sus hombros y brazos como si estuviera mojada.

Fue entonces cuando Alec, haciéndose camino entre la multitud, se adentró por fin en el campo de fútbol para acercarse a él.

—¡Jamie!

Jin Hyun volteó en cuanto escuchó su nombre, pero el viento sacudió su cabello negro, que casi le azotó los ojos.

—Te he traído café —le dijo entonces, y Alec rindió los hombros.

—Eres el mejor.

El café era la única razón de Alec para levantarse cada mañana.

Le entregó su cajita blanca a Jin Hyun y se sentaron por fin, de piernas cruzadas, sobre el césped limpio. Alec se quitó la chaqueta casi de inmediato para poder remangarse la camisa; Jin Hyun, en cambio, no había tocado las mangas de la suya.

—¿Qué te han parecido las conferencias? —le preguntó primero Jin Hyun, que sacó el enorme sándwich de jamón y queso para morderlo.

Alec se encogió de hombros.

—Bien.

No habían traído a ningún pastor que conociera, como años anteriores, cuando por lo menos sí sintió alguna especie de convicción.

Primero tomó la fruta empacada para quitarle la tapadera y asegurarse de incluir algo sano en su almuerzo ese día.

El jueves habían ido juntos a la conferencia nocturna: Hanniel, Benjamin y Jackson acordaron sentarse con otras personas, por lo que Matt terminó yendo con otros amigos, y Alec, que no entendió por qué se habían repartido, se detuvo en el vestíbulo de la enorme iglesia para preguntarle a Jin Hyun si podía sentarse con él.

Para su sorpresa, Jin Hyun se había sentado solo: cuando Alec llegó a su lado, con su Biblia y su cuaderno de oración, lo encontró enfundado en su traje gris, con su Biblia en inglés y coreano entre las manos, y los ojos negros contemplándolo con cierta tristeza.

—¿Y tus amigos? —había preguntado Alec, pero Jin Hyun se encogió de hombros.

—Tenía ganas de sentarme solo.

—¿Quieres que me vaya?

—No, quédate.

En cuanto inició la predicación, giró las páginas de su Biblia hasta el pasaje que indicó el predicador, en Lucas once, y vio lo que ya había subrayado.

"Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá."

Todos sus músculos se tensaron.

La milla extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora