Alec se saltó la cena toda la siguiente semana.
Había estado demasiado ocupado con su clase de Diseño de Ingeniería Mecánica, donde todo se resumía a resolver problemas por computadora.
Mr. Ward, quien tenía la suerte de impartir la clase, les había avisado de los dos proyectos ese semestre: uno que entregarían durante parciales; y otro, durante los exámenes finales. Él seleccionaría los grupos la siguiente semana, por lo que Alec no estaba preocupado. Confiaba en que le asignasen la sección más fácil, o pequeña, para no arrastrar al grupo a sacar un ochenta de cien por su culpa.
Volteó la hoja con sus apuntes sobre el escritorio.
Veía las imágenes del diseño en la pantalla de su laptop, pero no conseguía averiguar cuál era el problema que tenía que solucionar: había leído sus apuntes una y otra vez, y revisado los ejemplos, y comprobado cada una de las posibilidades sin resolverlo.
El seguro de la puerta crujió.
Al revisar la hora en su laptop, se dio cuenta de que ya eran las siete, por lo que Jin Hyun habría regresado de sus prácticas.
—¿Alguna vez lo hablaremos?
Alec alzó la mirada de sus papeles y descubrió que Jin Hyun había entrado con su camiseta remangada hasta los hombros, dejando a la vista los músculos de sus brazos. El chico se frotó la sien, agotado.
—¿De qué? —dijo sin ánimos.
—No estás concentrado desde la llamada —explicó entonces Jin Hyun—. ¿Qué pasó con Zion? Y no me evadas porque te escuché.
Exhausto, Alec liberó un profundo suspiro. No quería hablarlo porque ni siquiera creía que algo malo hubiera pasado. Zion no era capaz de hacerle daño. Además, no le comentaría una suposición de Cortland y Kate, con los que apenas tenía relación, que él mismo se arrepentía de haber escuchado.
Sin embargo, si no decía nada, Jin Hyun no dejaría de insistir. Había notado (y contaba) cada una de las veces que Alec lo ignoraba para no darle explicaciones.
—¿Crees que Zion —se atrevió a preguntar al fin, acariciando los cordones de la capucha de su sudadera celeste— me haya abusado alguna vez?
Jin Hyun frunció el ceño. Despacio, soltó la mochila deportiva contra la pata del escritorio y, apoyando los puños contra las caderas, respiró hondo.
—Creo que verbalmente sí.
Alec chasqueó la lengua.
—No es cierto. Yo era el que le insistía a ella.
—Se le escapaban comentarios despectivos cada vez que os encontraba —repuso Jin Hyun— y si te emocionabas por algo que hubieses logrado en esos juegos, era la más rápida para hacerte sentir que era una estupidez.
—Porque no le gustan los videojuegos.
—A mí tampoco, pero nunca me burlaría de cuántos seguidores tienes. Y siempre, durante las luces de Navidad, aprovechaba para rozarte, ¿o es mentira?
Alec tragó con fuerza.
Quería creer que se debía a que estaba enamorada de él, igual que ella, y simplemente Alec había sido siempre muy estricto con los límites físicos en el noviazgo mientras que a Zion no le parecían necesarios.
—Siempre he sido un exagerado —musitó.
—Deja de defenderla. Si tú no estabas cómodo...
—Lo satanizo todo, Jamie, y no quiero convertirme en Ray —lo interrumpió—. No tenía nada de malo, no me tengas lástima. No soy ninguna víctima.
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La milla extra
Teen FictionDicen que un viaje de mil millas comienza con un solo paso. *** Alec creía que conocía a Dios. Había crecido en una familia cristiana, iba a la iglesia, oraba, leía la Biblia, no fumaba ni bebía, ni iba a fiestas. Hacía todas las cosas correctas par...