Era miércoles y Alec solo había salido dos veces de su cuarto: la primera, para realizar su examen de Historia de las Civilizaciones a las ocho; la segunda, para recoger su almuerzo a las once.
Tenía tanta ansiedad que había evitado abandonar su dormitorio todo lo posible. Se desplomó en su silla, donde se sentía seguro, y comenzó a repasar sus apuntes de Diseño de Sistemas Térmicos.
Cuando oyó la tarjeta de identificación crujir en el seguro de la puerta, supo que Jin Hyun había entrado. Lo miró bajo las cejas, sin liberar el mechón de flequillo rubio que enredaba alrededor de su índice.
Jin Hyun dejó su bandolera azul junto a la pata de su cama y, a continuación, colocó un vaso de cartón con café en la mesa y una pequeña bolsa de papel.
—Para ti.
Un escalofrío lo recorrió. Era la primera persona, además de su madre y su padrastro, que lo felicitaba. Pero no sintió ganas de llorar.
Estiró el brazo para tomar el vaso de cartón y retiró la tapa. La nata se estaba derritiendo.
—¿Con crema italiana? —inquirió, sorprendido.
—Tu favorito, ¿no?
—¿Cómo lo sabes?
—Me lo has dicho un millón de veces.
A Alec se le olvidaba.
Jin Hyun apartó la silla al otro lado del escritorio y se sentó frente a Alec, que acababa de sorber su café. No había tocado la bolsa de papel, en la que había una dona glaseada.
—¿Cómo van tus exámenes? —le preguntó, y Alec se encogió de hombros.
—Creo que bien. Mañana tengo el último. ¿Y los tuyos?
—Lo mejor que puedo. Son exámenes larguísimos.
Jin Hyun se quitó el flequillo negro de la frente, porque le rozaba las pestañas, y le preguntó si tenía planes para cenar con sus amigos.
Alec negó con la cabeza. Les había pedido que no le regalaran nada ni le organizaran fiestas sorpresas, porque las detestaba, y lo habían respetado. De hecho, casi fingían que era un día más, aunque en lo individual, cada uno le mandó un mensaje para felicitarlo.
—Todos estamos estudiando —musitó.
—Vamos nosotros.
Alec arqueó una ceja con cierta sospecha.
—Dijiste que querías ir a la iglesia solo.
—No me importa ir contigo —replicó—. Y cenamos juntos después.
De modo que Alec asintió. Jin Hyun era la única persona con la que estaría dispuesto a pasar su cumpleaños, aunque preferiría que el mundo lo olvidase.
Erin tampoco le había escrito. Y aunque no quería recibir felicitaciones ni celebrar su cumpleaños, muy en el fondo, había tenido la frágil esperanza de que ella lo recordase.
Habían hecho videollamada cada noche, después de una transmisión, mientras cenaban y luego él se lavaba la cara. De reojo, Alec la veía crujirse los nudillos o apartar la mirada cuando él desviaba los ojos hacia ella.
Incluso empezó a acostarse junto al teléfono, puestos los audífonos; se despedían, cerraban el micrófono y se dormían, y la llamada solía cortarse a mitad de la noche o por la mañana, cuando Erin colgaba para no despertar a Alec.
Después de salir del servicio de la iglesia, los dos se dirigieron a Haven.
Justo cuando Jin Hyun acercaba su identificación al lector, le preguntó a Alec si estaba cómodo cenando allí en lugar de llevarse la comida al dormitorio.
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La milla extra
Fiksi RemajaDicen que un viaje de mil millas comienza con un solo paso. *** Alec creía que conocía a Dios. Había crecido en una familia cristiana, iba a la iglesia, oraba, leía la Biblia, no fumaba ni bebía, ni iba a fiestas. Hacía todas las cosas correctas par...