10 | Cuidar del corazón

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—He traído helado.

La puerta se cerró detrás de Jin Hyun, que había bajado a la tienda en la primera planta de la residencia estudiantil, que cerraba a medianoche.

Alec Hovind se había sentado a un lado del escritorio, por lo que Jin Hyun se acomodó en la otra silla frente a él y le presentó su enorme bote de helado. Él destapó el suyo y empezó a comer antes que Alec.

El rubio todavía se estaba sorbiendo la nariz. Miró a Jin Hyun, que sin un ápice de preocupación comía helado como si el frío no le quemase las encías.

—Los asistentes son tan molestos... —lo oyó murmurar, y Alec sonrió a medias, a pesar de que tenía los labios rojos de llorar—. Hemos aprobado, ¿vale? Así que no te preocupes por nada. Y siento haberte dejado solo. Mañana empaca y yo me encargaré de lo demás.

El coreano estuvo arrodillado en el piso, frotando con el cepillo con todas sus fuerzas hasta que el suelo quedó resbaladizo, con la esperanza de que el asistente entrara y se diese un golpe lo suficientemente fuerte como para que no se quejara más de que estaba pegajoso. También revisó las paredes de la ducha y las cortinas, y limpió el pequeño frigorífico que tenían.

Luego a las diez y cuarenta y cinco, habló con el asistente de residencia.

Alec se limpió el agua seca de la cara.

—Lo siento, estaba muy cansado.

Jin Hyun hizo una mueca.

—No pasa nada.

Finalmente el rubio abrió su bote de helado y lo probó.

Jin Hyun le repitió que se iría a casa de su hermano mayor alrededor de las cinco de la tarde. El resto de su familia seguía en Corea del Sur, pero vendrían a visitarlo el día de su graduación. Luego le preguntó por sus videojuegos.

—En realidad ya no he estado transmitiendo —admitió Alec, que rascaba el helado con la cuchara de plástico sin ganas.

Jin Hyun lo miró de reojo.

—¿Por qué no?

Alec sopló.

—Sigo pensando en lo que me dijiste sobre el discipulado. Juego para desestresarme y... si lo convierto en una sala de evangelización...

Jin Hyun alzó las cejas con sorpresa.

—No se trata de eso. Me refería a, que si alguien quiere estudiar contigo, aproveches antes de que ya no te busque. Hay personas que te necesitan.

Alec se encogió de hombros.

—No creo que nadie me necesite.

Guardaron silencio un par de minutos, sin saber qué más agregar, porque en el fondo de su corazón Alec no buscaba consuelo.

Jin Hyun rebañó las paredes de su tarro de helado de chispas de chocolate, sin expresión alguna en el rostro, y suspiró.

—Yo me he rendido con la chica que me gusta.

—¿Ahora qué ha pasado?

Jin Hyun le había hablado de Sheranee varias veces, esa chica de India que formaba parte de su grupo de amigos, donde se incluía su hermano mayor.

Alec lo había visto pasear a veces con ella alrededor del campus, después de salir del comedor, y sabía que se sentaban juntos en la iglesia y en otros eventos de la universidad. Incluso corrieron juntos una maratón por las naciones.

—Llevamos hablando un año prácticamente, y desayunamos y cenamos juntos —le explicó—. A veces en grupo, a veces solos. Y he sido honesto con ella, le he abierto mi corazón... pero este semestre se gradúa y se mudará a California. Ella tiene muchos problemas que se niega a sanar, y a veces me desgasta.

La milla extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora