25 | Desconocido

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—¿Has hablado con tu hermano?

Alec se humedeció los labios. Su madre había vuelto a llamar, desesperada porque Ivan no veía sus mensajes, y le preguntó si sabía si la había bloqueado.

—No lo sé, no he hablado con él.

—Nos ha bloqueado a todos. No sé dónde está, Alec. Tienes que decirle que por lo menos nos conteste el teléfono.

Alec cerró los ojos.

Había evitado ponerse en contacto con Ivan porque no quería enfrentarse a su nuevo estilo de vida. No quería lidiar con él, ni con su familia, ni con Zion, ni con sus recuerdos.

—Dice Gillian que eres el único que habla con él.

—¿Y ella no?

—La ha bloqueado.

Alec bufó. Probablemente Gillian había mentido para que no la molestaran.

—No creo que sirva de nada.

—¿Puedes intentarlo?

Hizo una mueca.

—Está bien.

Así que aquella noche, después e la última conferencia, Alec llamó a Ivan.

Le había explicado a Jin Hyun que no se sentía cómodo hablando con su hermano, aunque le quería, porque no estaba seguro de cómo tratarle, y Jin Hyun le repitió que lo tratase como siempre, sin darle más importancia de la necesaria. 

Aquella noche, salieron de la iglesia a las ocho de la noche.

Alec, casi arrastrado por la multitud bajo las luces de las farolas, en dirección a la residencia, había empezado a sentir una inminente presión sobre su pecho que se expandía cada vez más.

Incluso le dolía el estómago.

Toda la mejoría que creía haber sentido antes había desaparecido. Otra vez le pesaban los hombros, y las piernas, y le picaban las lágrimas en los ojos, y volvía a perder el sentido del norte. Envuelto en una marea de personas que regresaba a los dormitorios antes de que lloviera, no pertenecía.

No había dejado de pensar en la llamada telefónica, en Cortland, en Zion. No recordaba nada, pues había sufrido de lagunas mentales a lo largo de esos tres años e incomodidad física cada vez que Zion se le acercaba, pero tampoco estaba seguro de querer averiguarlo.

¿Por qué lo drogaría su novia? Era cristiana. Nunca había oído que algo así pasara entre cristianos. Pero Cortland no le mentiría ni lo estresaría de esa forma gratuitamente. ¿Con quién hablaría? ¿Con Hanniel o con Jackson? ¿O le preguntaría a Zion de forma directa? No recordaba quién más había ido en ese viaje.

Con el estómago revuelto, se metió en su dormitorio, el único lugar en donde estaba a salvo; lejos del tumulto de los pasillos y del olor a lluvia y tierra mojada del exterior, se quitó la chaqueta y la colgó sobre la silla.

Estaba desabotonándose la camisa cuando marcó el número de Ivan. No creyó que contestara, puesto que eran las nueve de la noche de un viernes y, si no estaba trabajando en el restaurante de comida rápida, habría salido.

Pero Ivan descolgó.

—¿Pasa algo?

Alec tragó con fuerza. Su voz sonaba más aguda de lo normal. De hecho, si no supiera que se trataba de Ivan, habría pensado que era una niña.

—Quería saber cómo estabas.

Ivan tardó un segundo en responder.

—Bien, ¿y tú?

La milla extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora