38 | Vergüenza

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En las últimas páginas de su cuaderno de Diseño de Sistemas Térmicos, Alec había iniciado una nueva canción. Anotaba los acordes según los escuchaba en su mente y el ritmo de las sílabas según los versos. Y sin darse cuenta, dejaba de prestar atención en clase para que las líneas fluyeran en su cabeza.

"Prefiero dudar que negarte, prefiero creer que apartarme. El dolor me devuelve a Ti, y Tú me haces fuerte."

Aquella semana antes del fin de semana de Pascua, había estado entregando sus trabajos a tiempo y estudiando para sus exámenes, e incluso Jin Hyun apostaría que cada noche sin falta se había lavado la cara, aunque bañarse y comer tres veces al día seguía siendo un reto. Por lo menos, no había pasado tantas horas como el semestre anterior con la vista clavada en la pantalla mientras jugaba en línea, pues ahora debía reponer ese tiempo leyendo los salmos en común con Erin.

La segunda parte del interrogatorio, ese que Alec tanto deseaba que se retrasara hasta olvidarlo, tampoco lo ayudó a sentirse ni un poco mejor. El fin de semana de Pascua llegó antes de que el muchacho pudiera darse cuenta y, después de preparar la mochila deportiva que se llevaría a casa, marchó hacia el edificio administrativo por segunda vez.

No había vuelto a abrir la boca. No podía contárselo a Erin, porque no sabría por dónde empezar, ni a Jin Hyun, que le echaría en cara las malas intenciones que había percibido de Zion desde que la conoció. Nadie debía saberlo: así era mejor. No soportaría la vergüenza de que sus amigos, fuera de Hanniel, se enterasen de lo que había pasado durante aquellas Navidades de las que él no tenía memoria.

Sin más evidencia que las conversaciones que había sostenido en persona con Zion, Cortland y Hanniel, volvió a sentarse en el despacho del señor Mullen, que le pidió que le contase lo que quisiera.

Y Alec se encogió de hombros.

—Hace tres años, mientras volvíamos al campus, hubo una nevada —resumió—. Nos quedamos en una posada mis amigos y yo. Iba con mi novia de entonces. Y uno de mis amigos dice que ella me drogó para dormirme.

—¿Tienes alguna prueba?

Los párpados de Alec se congelaron.

—Hablé con mi ex hace unos meses —dijo— y me confesó que había usado un depresor.

—¿Por qué terminasteis?

Ni Alec mismo lo sabía. Con simpleza, ladeó la cabeza y le explicó al señor Mullen que la relación no había funcionado porque, desde el principio, no había sido la persona que Dios elegiría para cada uno. Aunque la respuesta no pareció convencerle, el señor Mullen quiso saber por qué había esperado tres años a sacar el tema y Alec murmuró que su depresión se había acentuado ese año.

—Y este amigo —le recordó— piensa que estoy deprimido desde las Navidades que pasó eso.

—¿No tienes nada de evidencia? —repitió—. ¿Ninguna foto, o un mensaje? Algo que se pueda exponer.

—No.

No tenía nada más que suposiciones y reconstrucciones de los hechos según lo que Hanniel, Cortland y Zion le habían dicho: ¿por qué eso no bastaba?

—Pero dices que tu ex te agredió.

El labio inferior de Alec tembló.

En ese momento, empezó a darse cuenta de lo absurdo que se veía allí, lloriqueando por su antigua novia, como si fuera un niño pequeño y no un hombre adulto. De repente, le daba vergüenza su ropa, y su cara, y su acné, y sus gafas. Todo de él le avergonzaba. Su voz y sus manos le daban asco, y también su indecisión. Si Jin Hyun hubiera estado ahí a su lado, habría sido capaz de zanjar en un segundo el interrogatorio para defenderlo.

La milla extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora