36 | Pobres en espíritu

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—Pero corre conmigo de verdad. No me adelantes, porque todo el mundo sabe que eres atleta. No necesitas demostrarlo.

Alec se deslizó la camiseta verdosa con el emblema de la universidad, la frase "carrera de misiones 2019" sobre un pectoral y un mapa del mundo en la espalda. No tenía pantalones cortos de deporte, pero Jin Hyun le había prestado unos suyos, negros, que le rozaban las rodillas.

Había empezado a quejarse otra vez de que estaba demasiado pálido y flaco, y de su cabello y su mejilla, y de que el sudor empeoraría su acné. Pero Jin Hyun se cansó, se dio la vuelta para mirarlo, ya con su camiseta y pantalones cortos puestos, y le preguntó si correría o no.

—Sí.

—Entonces cállate. Correré despacio para que no te asfixies.

No se trataba solo del esfuerzo físico que Alec no acostumbraba a hacer, sino de que, por lo menos, mil o dos mil estudiantes se reunirían para correr la maratón alrededor de todo el campus.

Jin Hyun sabía que una multitud tan grande podía detonar los ataques de ansiedad y pánico de Alec, pero ni siquiera lo mencionó para evitar condicionarlo.

Esperó a que el rubio se hubiese acomodado la camiseta y atado sus deportivas. Cada milla, habría personal de la universidad preparados para darles botellas de agua. Hasta donde sabía Jin Hyun, incluso el presidente del campus participaría, con su esposa, con la vicepresidenta, el secretario y el doctor Marti.

—Matt dice que están junto a las gradas —le avisó Alec a Jin Hyun mientras salían del dormitorio.

Acababa de enviarle un mensaje por si quería unirse a ellos. Benjamin, a pesar de no ejercitarse a menudo, participaría también.

—¿Quieres ir con ellos?

Alec negó, sin despegar los ojos de la pantalla.

—Quiero correr con alguien que no me deje solo.

Sus amigos probablemente le adelantarían con tal de no soportar su paso tan lento y al final se convertiría en una competencia entre ellos en lugar de un juego. Matt siempre quería vencer a todos en todo. Era el más fuerte de ellos, el que más tiempo pasaba en el gimnasio, y presumía que las pruebas del ejército no supondrían ningún esfuerzo para él.

Y aunque Jin Hyun también hacía ejercicio y resistía más de una hora corriendo, Alec confiaba en que no se separaría de él, tal y como se lo había prometido.

Hacía frío fuera.

Eran las ocho menos diez de la noche y Alec le había avisado a sus amigos que correría con Jin Hyun. Bajo el inmenso cielo negro, los dos cruzaron la calle hacia el comedor, y desde allí se dirigieron a las residencias de las chicas. Habían cerrado los estacionamientos para crear una sola pista de carrera, una por la que todos corrieran.

El maratón de misiones ayudaría a recaudar fondos para los ministerios en Tailandia y Cambodia, donde buscaban reconstruir la iglesia dañada por una inundación. Era la primera vez que Alec participaba.

—¿Cómo está Erin?

Aunque no había motivos para ponerse nervioso, Alec sintió la sangre rodar por sus mejillas hasta encenderlas. Se le había bajado el corazón al estómago.

—Bien —musitó—. Le dije que iría a correr, pero luego la llamaré.

—Después de ducharte.

—Sí.

Había una inmensa multitud de personas cerca de la línea de salida, todos con las camisetas rosadas y verdosas de la carrera de misiones, y pulseras luminosas. En el momento en que la atmósfera de risas, voces y cuerpos lo envolvió, Alec empezó a inspirar profundamente para evitar dejarse llevar por sus pensamientos.

La milla extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora