𝙧𝙚𝙜𝙧𝙚𝙨𝙖𝙧 | 𝘱𝘦𝘥𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘤𝘢𝘭

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Cuando eres joven asumes que no sabes nada de la vida pero lo que sí sabía era el profundo amor que tenía hacia él.

Nos conocimos en Marzo, cuando la primavera recién comenzaba y los rayos de sol se posaban en cada centímetro de su piel y cabello.

Mi respiración se alentó al verlo cruzar la entrada de la cafetería, podía escuchar los comentarios de cada chica en el lugar, hablando de lo apuesto y cuán gentil era. No podía negarlo, yo también lo hacía.

Al comenzar a acercarse, pude sentir un toque de nerviosismo crecer en mi, este se disponía a encontrar un lugar disponible.

❝ Disculpa ❞ escuché su voz, tan serena pero pacífica. Intenté disculparme pero las palabras nunca salieron. ¿En qué momento me había levantado de mi asiento y cuánto tiempo llevaba así?.
Me miró con una sonrisa, podía sentir mis mejillas acaloradas, gesto que le pareció tierno.

Hizo un ademán con la mano, como si se tratara de un saludo y me regaló una última sonrisa antes de caminar hacia la persona que lo esperaba.

Aún no podía entender cómo teniéndolo tan cerca, ni siquiera pude pronunciar alguna palabra.
Todos me miraban extrañados, aquello comenzó a sentirse incómodo por lo que opté por tomar mis cosas y salir del lugar, sin mirar atrás.

Fue la primera vez que lo miré tan de cerca, sin parecer una desquiciada fan, que perseguía a su ídolo en cada lugar. De vez en cuando frecuentaba la misma cafetería, a la misma hora y en el mismo sitio con la esperanza de volver a verlo pero no ocurría nada.

Las semanas pasaban y aquello se convirtió en un hábito.

Mis nervios estaban a tope, estudiando para lo que sería el último examen en la universidad, todo mi empeño y esfuerzo estaba puestos en este examen.
Los resultados podían ser mi salvación o mi derrota.

— Fascinante... — murmuró una voz detrás mío.

En automático, mi respiración se detuvo al mirar. Ahí estaba de nuevo, con una sonrisa de oreja a oreja.
Por primera vez, hice algo bien, sonreí al ver que se sentaba en uno de los asientos disponibles.

— Disculpa, ¿puedo? — preguntó mientras señalaba el asiento.

— Claro — sus ojos hicieron contacto con los míos, podía sentir como todo se paralizaba y los únicos que podían moverse eramos nosotros.

Y ese, fue solo el inicio de algo real.

Los encuentros comenzaron a ser paulatinos.  Cada mañana, a la misma hora, podía mirarlo caminar hacia mi con una sonrisa, sentándose en el mismo sitio donde los rayos de sol pegaban en su rostro, potencializando su bronceado y tiñendo su cabello.

Estar con él, como el amanecer, maravilloso, radiante y que iluminaba tu día, era, como estar en el paraíso.

Los encuentros ya no solo eran en aquella cafetería, viajábamos en carretera, escuchando música, que aclimataban el momento, volviéndolo más ameno.
Disfrutaba su compañía, Pedro no era como mencionaban en las revistas o entrevistas, era muchísimo mejor.

Tal vez fueron los destellos en sus ojos, la forma en que me miraba, o como sus dedos recorrían mi rostro con suavidad, me había enamorado completamente de él, sin que este hiciera el más mínimo esfuerzo.
El miedo se apoderó de mi ser, no podía negar que me aterraba la idea de pensar que solo yo sentía algo. Quería convencerme de que aquellas ideas eran estúpidas y el sentimiento era mutuo.

Nos reunimos de nuevo en aquella cafetería.  Me saludó con aquella sonrisa mientras plantaba un suave beso en mi mejilla, suspiré y él pareció notarlo.

— Creo que este es mi lugar favorito — comentó, observando el lugar — Porque aquí te conocí...

Sus ojos me miraron con aquel destello, no pude evitar sentir alegría ante ello. Sus manos se posaron en las mías, acarciandolas con delicadeza, como si se tratara de algo sumamente delicado.

— El tiempo no es mi mejor aliado — mencionó riendo — pero solo sé, que quiero compartirlo contigo — sonreí ante sus palabras — cada minuto de mis días. Eres lo que más deseo.

—  Eres lo que más deseo — confirmé antes de acercarme a él y, tomar su rostro con delicadeza, admirando cada rasgo de él como si se tratara de arte. Besando sus labios por primera vez.

Ambos iniciamos una relación, bastante cálida para el ojo público. Cuando me era posible, lo acompañaba a casa evento, en donde sabía que él deseaba mi compañía.
Mis mañanas se convirtieron en lo que más disfrutaba, él, su calor, su compañía.

Los meses pasaron demasiado rápido, llegando consigo Diciembre y el inicio del invierno. Los días se volvieron más fríos a comparación del resto de los días.

Podía mirarlo desde la televisión, lucía impecable y atractivo, una sonrisa adornaba su rostro y la calidez de su voz, robaba miradas.
Suspiré pesadamente antes de apagar la televisión y la tristeza se apoderó de mi ser

Sus besos siempre serían aquel recuerdo vago, que estaría grabado en mi piel, aunque yo quisiera borrarlos. Pedro se había adentrado a mi, más de que hubiera deseado. Y aquel amor que solíamos tener, se había desvanecido con la llegada del invierno.

Pensar en ello solo me provocaba dolor, dolor que llevaba evitando por largo rato. Había decidido alejarme completamente de él. Entendía las razones por los que ya no era bueno seguir juntos pero no podía negarle a mi corazón que aquello dolía,  desgarraba cada célula de mi ser y fingir que todo estaba bien.
No podía, simplemente, fingir que aquello nunca había pasado.

Las brisas de febrero anunciaban que al invierno le quedaba poco tiempo.

El bullicio de las personas parecía pasar a segundo plano mientras recordaba aquellos momentos en la cafetería. Tal vez amaba sufrir. Amaba provocarme dolor, aquel que sabía que se instalaría en mi sistema tan pronto y se iría tan despacio que quemaría.

Tal vez aquella visita sería la última vez que asistiría, me dispuse a tomar mis pertenencias, levantándome de mi sitio mientras daba una mirada nostálgica,  recordando aquellos momentos.

Y de nuevo, estaba ahí, parado frente a mi.

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Nota:

Me niego a vivir en un mundo donde Pedro no sabe de mi existencia, e

𝕾𝖍𝖆𝖒𝖊𝖑𝖊𝖘𝖘 | 𝘰𝘯𝘦 𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴. 𝘱𝘦𝘥𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘤𝘢𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora