𝙖𝙢𝙖𝙣𝙚𝙘𝙚𝙧 | 𝘑𝘢𝘷𝘪𝘦𝘳 𝘱𝘦ñ𝘢

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Mirar la forma en que la luz pegaba contra su rostro era sin duda uno de mis pasatiempos favoritos.
Poder sentir su calor tan cercano a mi mientras me envolvía entre sus brazos.
Saber que sus latidos correspondían a los míos sin siquiera pedirlo.

Amaba la forma en que me miraba, como si fuera algo tan ajeno a él pero que atesoraba como si se tratase de algo sumamente valioso. Podría reclamarlo como mío y este estaría encantado por ello.
Podía pasar el resto de mi vida en esta cama, mirándolo descansar tan profundo y sin duda, se sentiría de la misma manera que la primera vez.
Javier se había apoderado de mi mente y poco a poco fue esparciéndose en mi sistema.

Recordar la noche anterior me hizo plasmar una sonrisa en mi rostro. Aún podía sentir sus labios recorriendo cada parte de mi rostro y descender en cada centímetro de mi piel. Aquella vez había sido tan distinta a las anteriores y creo que ambos opinabamos lo mismo.

— ¿En qué tanto piensas, cielo? — preguntó somnoliento mientras esbozaba una sonrisa. Negué con la cabeza.

— En la forma tan linda que duermes — confesé antes de enterrar mi rostro en su cuello ante la vergüenza. Este río mientras me abrazaba.

Se separó un poco de mi para poder mirarlo, podía asegurar un enrojecimiento en mis mejillas al verlo sonreír.

— Nunca te escondas, cariño, que siempre me gustará mirarte así... — mencionó antes de besarme, tan despacio que con tan solo un beso, podría describir el cielo.

Sus manos se acomodaron perfectamente en mi rostro mientras nos movía de aquella cómoda posición.
Mi peso quedó encima de él, sin parecer incomodarle.

Sus manos comenzaron un recorrido lento, sintiendo cómo las yemas de sus dedos quemaban ante su andar.
Este sonrió entre el beso, contagiando a último momento.

Con delicadeza, cambió nuestras posiciones, dejándome atrapada entre la cama y su cuerpo, sin temor a lastimarme.
Sintiéndome en la gloria al ver su cuerpo iluminarse con los rayos del sol. ¿A caso esto era un sueño?. Con mucho cuidado, tomó un mechón de mi cabello, posicionándose detrás de mi oreja.

— Eres mi sueño hecho realidad... — aquello inevitablemente me hizo sonreír, atrayendolo hacia mi con un beso. Mis manos se envolvieron detrás de su cabello, sintiendo la sedosidad de este.

Sus besos se fueron esparciendo alrededor de mi rostro, recorriendo un caluroso camino hacia mi cuello mientras sus manos se pasaban por lo largo de mis piernas.

Su respiración chocaba contra mi oído, enviándome pequeños escalofríos que se albergaban en mi interior. La suavidad de sus labios eran la forma que me aseguraban que yo era suya y él era mío.

Lentamente se perdió en mi interior. Dejando escapar un suspiro ante su virilidad acaparar mi centro.

Pareció notar el ligero dolor en mi interior, por lo que su mirada buscaba la mía para asegurarse de que todo estaba bien  y tener mi aprobación para continuar. Sus besos se concentraron en mis mejillas y luego en mis labios, como si nunca se cansara de ellos.
Tomé sus manos, entrelazandolas con mis dedos y este fue el indicio perfecto para comenzar a moverse.

El vaivén de sus caderas hacía llegar hasta mi punto más sensible, logrando dejar escapar una serie de gemidos y bendiciones.

Sin duda, Javier era una bendición. Sus labios constantemente buscaban los míos y sus dedos recorrían mi piel en cada oportunidad.
Sus manos se apoderaron de mi cintura, sintiendo mi interior tensarse ante mi próxima liberación.
Aumentando la velocidad de sus embestidas, podía sentirlo tensarse.

La cama hacia un sonido extraño al este moverse pero no podía apartar mi mirada al ver la forma en que el sudor comenzaba a apoderarse de su frente y su cabello levemente humedecido o cómo sus músculos se marcaban ante la fuerza. No pude evitar sentir algo en mi pecho apoderarse tan rápido que quemaba. Ardía incluso más que el fuego.

Sin duda alguna, Javier era la único que deseaba ver en cada amanecer.

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Nota:

Separados al nacer. Jajajaja.

Perdón, tenía que hacerlo

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Perdón, tenía que hacerlo.

¿Será que estamos llegando al final de este libro?

𝕾𝖍𝖆𝖒𝖊𝖑𝖊𝖘𝖘 | 𝘰𝘯𝘦 𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴. 𝘱𝘦𝘥𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘤𝘢𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora