Donde escribo historias de Pedrito porque no me pude contener.
o
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𝘑𝘢𝘷𝘪𝘦𝘳 𝘱𝘦ñ𝘢
Podía mirarlo a lo lejos, escondido entre la multitud mientras bebía lentamente de su trago. Mis pasos se volvieron un tanto temerosos pero decididos, podía sentir el tabaco y mariguana entremezclarse y adentrarse en mis fosas nasales. De lejos veía a algunos secretamente inhalar cocaína, en otro momento, aquello me hubiera resultado interesante.
— Javier — mencioné mientras tocaba su hombro. Todas mis defensas se vieron irrumpidas al ver sus ojos. Este sonrió complaciente mientras me saludaba con un afectuoso abrazo. Percibía su nerviosismo a través de sus movimientos, algo que sin duda, me pareció tierno.
— Te ves... — suspiró repentinamente. No pude evitar reír — increíble.
Negué con la cabeza, sintiendo un ligero enrojecimiento en mis mejillas. Ni siquiera podía entender nuestro comportamiento tan adolescente.
— ¿Quisieras algo de beber? — preguntó de manera rápida y torpe. Asentí, poniendo un mechón de cabello detrás de mi oreja. ' Bien ' murmuró mientras hablaba al mesero y ordenaba — ¿Y, cómo has estado? — preguntó con nerviosismo, luego de un momento de silencio.
— Javier... — este me miró con aquella expresión, tan tranquilo y amable — ya nos hemos acostado, así que no tienes por qué ponerte nervioso — propuse. Este enrojeció, sin embargo el color no duró mucho, ya que logró regresar a su postura.
— Lo siento... — comentó, logrando que yo negara la cabeza en señal de que todo estaba bien — ¿Has pensado en lo que hablamos la última vez?, ¿O solo yo le estoy dando vueltas al asunto?.
Aquello me tomó por sorpresa, sin embargo, no pude evitar mirarlo y como sus ojos traspasaran, recordé la forma en la que me hizo sentir extasiada, en la que me hizo suya.
— Si no lo hubiera pensado, no estaría aquí, ¿no crees? — este rió. Sus manos acariciaron las mías, tomándome por sorpresa, aún no lograba entender que Javier siempre buscaba el contacto físico en todo momento.
— ¿Quieres bailar? — preguntó extendió su mano hacia mi, con timidez tomé su mano mientras este nos guiaba a un costado de la pista.
Nunca me había percatado de qué tan buen bailarín era Javier, sus pies se coordinaban al son de la música mientras sus manos aprisionaban mi cuerpo, de una manera delicada y sutil. En un giro de imprevisto, me encontraba a espaldas de este, podía sentir la respiración de Javier, chocando contra mi oído mientras nos desplazabamos alrededor de la pista.
