𝙖𝙢𝙚𝙣𝙖𝙯𝙖 | 𝘑𝘢𝘷𝘪𝘦𝘳 𝘱𝘦ñ𝘢

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Conocías cada aspecto de él, su vida, su cuerpo, cada poro de su rostro, todos ellos llevaban tu nombre y agradecía que él lo supiera.

Lo habías conocido tres meses atrás, un encuentro planeado pero casual, sabías cuál era su juego. Y, desde el momento en que lo viste, sabías que querías jugar con él.

Sabías que llevaba un doble vida, aquello te estremecía. Sabías que aquello te ponía en riesgo. Sabía que cada vez que te adentraras más a él, caerías en un pozo profundo. Sabías que él sería tu perdición, tu cruel y doloroso castigo.

— ¿En qué tanto piensas preciosa? — pronunció con aquel acento que te volvía inestable.

— No mucho realmente — aquello pareció no convencerle mientras te ponía encima de él. Ante su acto, reíste escandalosamente — solo que...  — murmuraste para luego repartir besos húmedos alrededor de su cuello, dejando al descubierto su tonificado cuerpo —  me encanta la forma en la que te estremeces — sentíste la tensión en sus brazos y en la parte baja de su abdomen.

— ¡Me pones mal! — susurró con entusiasmo mientras repartía besos alrededor de tu cuerpo.

De un segundo a otro, te encontrabas debajo de él, sintiendo su calor al rojo vivo.
Su peso estaba distribuido para no lastimarte mientras te miraba como si fueras lo que más quería en el mundo.

Los besos poco a poco se fueron intensificando y la temperatura aumentaba con ellos.

Un leve gemido salió de tus labios.

— Por favor, cariño. Déjame oírte. Deja que todos te escuchen y sepan que yo te hago sentir tan jodidamente bien.

Y aquella invitación, solo fue el inicio.

— Te quiero conmigo, te quiero para mi — murmuró entre cada beso mientras te perdías en el vaivén de su cuerpo.

— Entonces, tómame — mencionaste mirándole a los ojos, podías percibir la alegría y placer ante tus palabras.

Perdiéndose de nuevo en la burbuja que ambos habían creado y donde solo importaba el placer del otro.

— Preciosa... — habló Peña mientras se sentaba en el la silla del comedor.

Sus palabras inundaron cada rincón de tu cuerpo mientras agradecías internamente el apodo que había optado por darte. Con un movimiento de cabeza, le hiciste saber que su atención era tuya mientras terminabas la cena.

— Ven... — pronunció. Ante el tono de su voz  y la ausencia de bromas, comenzaste a sentir un extraño presentimiento en tu ser — No quería decirlo ahora, no quería arruinar nuestro momento pero... debo regresar a Estados Unidos — aquello pareció quebrar algo en tu interior, no pudiste mirarlo a los ojos, aunque este constantemente mencionaba tu nombre.

— ¿Volverás? — murmuraste. Intentaste contener las lágrimas pero sinceramente, me era imposible.

Su silencio te rompió en mil pedazos.

— Entonces, no tienes por qué perder tu tiempo aquí — tus palabras, claro que, eran mentira, deseabas con todo tu ser que aquello fuera una de sus estúpidas bromas, que te dijera que eras suya y que preferiría quedarse contigo a perderte pero no obtenías respuesta alguna.

— Preciosa... — murmuró afligido. Realmente no esperaba aquella reacción, o al menos, no la imaginaba así.

— ¡Me utilizaste! Ahora lo entiendo. Todo lo que te di, todo lo que hice por ti. Te dije que no era como las demás, que no podías desecharme como si nada. Pero aún así, decidí, estúpidamente ir por ti.

— Pre... — tus ojos eran lo suficientemente invadidos por las lágrimas que era imposible descifrar el rostro de Javier.

— No te preocupes por mi, regresa a tu ciudad y nunca más me vuelvas a buscar...

Sin más, saliste del lugar donde ocurrían sus encuentros más íntimos. La salinidad de tus lágrimas empaparon tu rostro, dificultando tu vista.

— ¡Preciosa! — gritó por lo alto, deseabas que este corriera hacia ti, sin embargo, nunca se movió de su sitio, ni siquiera un milímetro.

Sin querer, y ante tu evidente prisa, golpeaste a un hombre. A duras penas lograste pronunciar un ' lo siento ' antes de continuar tu camino.

Aquel hombre caminó hacia la misma dirección de donde habías salido.

— ¿La viste? — preguntó Javier a su compañero, con evidente arrepentimiento.

— Le tomará tiempo. Pero estará bien — mencionó aquel hombre rubio.

— Piensa que soy lo peor — murmuró mientras cubría su rostro con ambas manos.

— Le salvaste la vida y eso es lo único que debería importarte — comentó Steve mientras consolaba a su compañero.

Días antes, ambos habían recibido una amenaza, bastante seria para pensar que se trataba de una broma.
No bastaron palabras para confirmar que se trataba de una muy seria, al verla Javier sintió su sangre helar y aunque no lo quiera, sabía que tenía qué hacer.

Solo bastó una fotografía tuya, con el rostro tachado de rojo para saber que aquello no era un juego.

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Nota:

Uno de Javier, precioso, Peña❤

𝕾𝖍𝖆𝖒𝖊𝖑𝖊𝖘𝖘 | 𝘰𝘯𝘦 𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴. 𝘱𝘦𝘥𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘤𝘢𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora