𝙢𝙚𝙧𝙚𝙘𝙚𝙧 | 𝘱𝘦𝘥𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘤𝘢𝘭

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Todo aquello que un día habíamos construido, se desmoronó en cuestión de segundos, sin una justificación razonable.
Aquellos dos últimos meses, se habían sentido tan extraños, tan diferentes al resto.

Tal vez era mi amor por él que nunca me percaté de esas pequeñas señales que daba. Tratando de luchar por algo completamente inexistente para el otro.

Tal vez uno de los traumas más dolorosos era ver cómo él ya no lograba nada por lo que un día fuimos, ver como poco a poco su amor se desvanecía con el tiempo y como sus labios parecían ya no anhelar los míos.

— Lo siento, (t/n). Pero siento que lo nuestro ya no tiene sentido. Giramos en en círculos y no vamos para ningún lado — comentó Pedro. Aquello me hizo querer morir — Ya no siento lo mismo por ti... — deseaba que fuera mentira con todo mi ser, que dijera que se trataba de una estúpida broma, como las que solía hacer. Pero al mirarlo, a los ojos, sin alguna expresión en su rostro, tal vez un poco de vergüenza, deseaba desaparecer al ser yo la única que sentía su alma desgarrarse por partes.

— ¿Desde hace cuánto? — pregunté apenas mi voz me lo permitió. Pedro pareció no entender a lo que me refería, obligándome a reformular mi pregunta y con ello, sentir cómo mi vida se desmoronaba — ¿Desde hace cuánto dejaste de amarme?.

Aquello pareció tomarle por sorpresa. Su vista se posicionó en el suelo y me miró.

— Abril... —  mi mente quedó en blanco ante su revelación pero las lágrimas cayendo por mi rostro eran lo que me mantenían ahí. Aquello estaba pasando, era real.

¿Realmente me lo merecía?
Sonreí dolida.

— ¿Por qué no me lo dijiste? — odiaba que ni siquiera tuviera lágrimas en los ojos, su mirada serena, me dolía mirarlo tan tranquilo.

— Tenía miedo de cómo lo tomarías, mírate ahora — comentó tratando de ser suave.

— Lo hubiera preferido mil veces, a que me traicionaras de esta manera — odiaba su posición rígida, odiaba que ni siquiera sufriera lo que yo sufría en ese momento.

Mi error más grande, fue haberle dado todo sin siquiera pedírmelo.

— Fuiste mi primer amor y eso nadie lo cambiará. Lamento haberte herido de esta manera — comentó Pedro mirándome a los ojos — Siempre desearé lo mejor para ti. Y podrás contar conmigo. Si me necesitas, puedes buscarme — aquellas palabras se clavaban en mi piel como si fueran cuchillas
— Aún podemos ser amigos, si lo deseas.

El silencio era insoportable, las lágrimas se habían detenido pero me había dejado un vacío incontrolable.
Como si te quitaran una parte importante.

— ¿Quieres irte ya? — aquella pregunta que constantemente me hacía, cuando viajábamos de ciudad en ciudad, sería la última vez que lo escucharía.
Asentí sin muchos ánimos, con cada paso, mi aliento se iba y sentía que el dolor se apoderaba.

En el auto, no pude evitar pensar en aquellos momentos que pasamos juntos, como si de una película se tratase.
Mi pecho ardía, realmente no quería dejar ir una parte de mi.

— Pedro... — murmuré, intentando controlar mi llanto — ¿Puedes besarme una última vez? — este me miró a los ojos, meditando si era correcto o no — Estaré bien... — mencioné entrecortadamente.

Este se acercó a mi, tan despacio que quemaba, posó sus manos en mi rostro y me miró a los ojos, no pude evitar sentirlos humedecidos.
Y me besó, sus labios se sentían tan suaves, justo como la primera vez que nos besamos.
No podía imaginar que aquello sería nuestra última vez.
Sonreí entristecida ante mi petición.

El camino a casa fue corto, silencioso pero sobre todo doloroso.
Regresé a la realidad al escuchar el auto apagarse. Reafirmandome que aquello sería la última vez.

Ligeramente metió sus manos en sus bolsillos.

— No quiero que llores por mi — confesó — ¿Vas a estar bien? — preguntó acortando la distancia entre nosotros, la diferencia era notoria, mi interior rogaba por pedirle que no se fuera o que esto no terminara.

Asentí con una sonrisa ligera, él también.

— ¿Puedo abrazarte? — preguntó, asentí levemente. Este envolvió sus brazos en mi cintura mientras yo hundía mi rostro en su cuello, inhalando su aroma y su calor por última vez. Intentando controlar mis lágrimas, clavé mis uñas en las palmas de mis manos.

Lentamente nos separamos, mi intento por controlar mi llanto se fue al demonio cuando sentí sus manos en mi rostro, quitando una lágrima resbaladiza.
Esté sonrió mirándome a los ojos.

— Te voy a extrañar — murmuré torpemente.

— Yo también a ti — confesó — Ya no llores, por favor. Si no, no podré irme. No lo hagamos más difícil — murmuró tomando mis manos, asentí limpiando mis lágrimas y alejándome de él para darle espacio.

Este, dispuesto a marcharse, se detuvo en su caminar, tomándome por sorpresa, sus labios impactaron los míos en un pequeño y fugaz beso.

— Adiós... — comentó sonriendo levemente, para ahora sí, subirse a su auto, despedirse de mi, por última vez y marcharse.

Me quedé afuera de casa unos minutos, deseando que regresara y dijera que todo era una estupidez y nunca podría dejarme ir. Pero rompí en llanto, al saber que él se había ido para siempre y con él se había llevando una parte de mi alma, que tal vez nunca podría recuperar.

❝  Y tengo una cosa atrapada en mi mente.
Preguntándome si esquivé una bala o solo perdí el amor de mi vida ❞

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Nota:

No ficción.

Basado en algo personal. Dicen que es bueno escribir para liberar todo el dolor acumulado.

𝕾𝖍𝖆𝖒𝖊𝖑𝖊𝖘𝖘 | 𝘰𝘯𝘦 𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴. 𝘱𝘦𝘥𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘤𝘢𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora