Introducción

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"El Soberano". Un título conocido por el mundo entero. Escucharlo producía todo tipo de miedos a cualquiera que lo escuchara. A los adultos y ancianos, terror real, del que sentirían cuando su vida estuviera por serles arrebatada por bestias salvajes o bandidos armados. A los niños, temor, como el que recorría su espalda al escuchar un sonido de ultratumba, o se les advertía del monstruo que comía niños mal portados.

No importaba quién fuera. Un valeroso humano, el elfo más sabio, el enano más alegre, el dragón más poderoso, o un místico kitsune. Al escuchar "El Soberano se acerca", todos abandonaban su hogar y huían con su familia. Esa era la regla más importante de este mundo.

El Soberano era una criatura de poder insuperable, que convertía en carbón todo árbol que tocaba, que pulverizaba la roca por la que andaba y que pudría la carne de todo ser vivo que lo viera.

Apareció por primera vez mil años atrás, sobre los cielos del continente Alaluz; cien años después, extinguió a todo ser vivo en él. Razas enteras de semi humanos y hombres lagarto desaparecieron de la faz de Ulos. Nada ni nadie podía detenerlo. Para el próximo siglo invadió Verrasa, el segundo continente. Devoró a cada ogro, goblin y gorgona.

Le tomó quinientos años expandir su dominio a lo largo de cuatro continentes, se estimaba que acabaría con toda la vida del planeta en un siglo más.

Cuando El Soberano arribó a las playas de Caduceus, el quinto y último continente, apareció una fuerza de igual poder e inmensa misericordia. Cual milagro, un poderoso rayo blanco cayó desde el cielo para frenar su avance. Lo hirió de gravedad y lo hizo retroceder. Dejó las playas, abandonó el cuarto continente, Norleas, y estableció su dominio en Krysta, Verrasa y Alaluz.

Los aldeanos que no fueron evacuados, llegaron a la zona de impacto del milagroso rayo antes que cualquiera. Encontraron que cien metros cúbicos de playa se convirtieron en una pieza sólida de metal. Tan reflectante como un espejo, tan ligera como la madera y diez veces más resistente que las escamas de un dragón. De inmediato, los herreros más diestros en el arte se vieron en la tarea de forjar espadas, lanzas, escudos, armaduras y todo tipo de equipo para surtir al nuevo ejército.

El Batallón Caduceus era un ejército creado en conjunto con las razas sobrevivientes. Lo conformaban miles de humanos y semihumanos, cientos de elfos, decenas de enanos, un grupo de kitsune y dos dragones.

Cuando arribaron en Norleas, el batallón se encontró con un yermo en el que vagaba Miasma, restos viscosos que se desprendieron de El Soberano durante su forzado retiro. Esta masa oscura y agresiva adoptaba las formas de razas que absorbió en el pasado. La batalla que se desató en Norleas todavía se recordaba como el paso más importante del mundo.

Pese a sufrir cientos de muertes por día, el batallón no perdió la esperanza. Ahora "La Oscuridad" por fin podía ser combatida. Algunos años después, el Batallón Caduceus recuperó territorio suficiente para crear una base. El Fuerte Enrise. El cual se surtiría de suministros y nuevas tropas provenientes de Caduceus, dispuestos a pelear equipados con las armas de plata.

La última pieza del metal milagroso fue utilizada por los herreros para crear la estatua de una mujer de quince metros, cubierta por una toga con exquisitos adornos de hojas. De pie, la Dama de Plata extendía las manos hacia los continentes devastados. En sus labios grabaron una oración para otorgar esperanza a las razas sobrevivientes.

Que tu sueño sea puro como la Luz Celestial, que tu deseo transforme tu mundo en una joya de plata.

                Que tu sueño sea puro como la Luz Celestial, que tu deseo transforme tu mundo en una joya de plata

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