Capítulo 14 -El deber-

27 2 3
                                    

Fue difícil dormir, incluso frente a la oscuridad total de mi habitación. No podía medir con precisión el tiempo que pasó, pero tuvieron que ser horas antes de que pudiera por fin ceder ante el cansancio, tanto mental como físico. Me desvanecí sin darme cuenta, apagué mis pensamientos y cerré los ojos.

Cuando desperté, tuve la sensación de amanecer en la cama de la catedral. Pero estaba en la habitación del fuerte, sus alrededores me parecían desconocidos. Me movía con cautela. ¿Qué estaba pasando esta vez? ¿La realidad volvió a cambiar? ¿Seguía siendo el héroe?

Fui al baño, lavar mi rostro me ayudó a aclarar mi mente.

Alguien tocó la puerta. Cuando abrí, Miriam me recibió. Vestía su equipo de plata, parecía ir con prisa, pero me ofreció una dulce sonrisa.

—Buen día, Matik —dijo, plantando un beso en mis labios.

—Sí... Buenos días. ¿Qué pasa?

—Oh, nada. Hoy es día de entrenamiento en las afueras del fuerte, me dirijo hacia allá, pero antes vine a saludarte. También tengo un mensaje para ti, el Hijo de Jade pregunta si puedes ir a donde siempre descansa con su mujer.

Eso era en la banca bajo el árbol afuera del fuerte. Asentí.

—Ya voy, gracias por decírmelo.

—No es nada. ¿Te veré más tarde?

—Todavía no lo sé, te busco si es así.

—Como digas. Entonces me voy al entrenamiento, ten un buen día.

Miriam se fue, regresé al interior de la habitación y me cambié antes de irme.

Afuera de la mansión, las carpas habían sido desmanteladas. Había más espacio para las tropas que entrenaban. Se escuchaba el repetitivo coro de acción y reacción, acompañado del sonido metálico de las armaduras al moverse, y el silbido de las armas al cortar el viento.

Miriam era una de las veinte personas que dirigía a un pequeño grupo, su distintivo cabello verde resaltaba entre el resto.

Ella no me vio, me daba la espalda y su vista estaba concentrada en su grupo.

Salí del fuerte, en sus alrededores estaban grupos de hechiceros y lanceros, entrenaban.

Avraliz no era quien me esperaba en la banca bajo el árbol, era un hombre que estaba de pie, de cabello canoso que vestía una sotana oscura, era el Cardenal. Caminé, fijándome en su muñeca, la que casi trituraba con mi mano. Estaba bien, no tenía herida alguna.

—Buen día —dijo, con su imponente voz.

—Buenos días...

Quedamos frente a frente, de pie. Parecíamos dos estatuas, él no parpadeaba y tampoco parecía respirar. Hasta que el llamado de alguien me provocó un pequeño sobresalto.

—¡Llegaste! —dijo.

Era Avraliz, caminaba hacia nosotros y fue a sentarse en un extremo de la banca. Me ofreció tomar asiento también; dudoso, me senté en el extremo opuesto. Él veía hacia las tropas repitiendo el mismo patrón de ataque y reposicionamiento, inevitablemente también dirigí la mirada hacia ellos.

—¿Dónde está Ruina, viejo Esimed?

—Toma mi lugar en la reunión del consejo, es un día ocupado para todos.

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora