III

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Miriam atrapó mi mejillas entre sus manos, se acercaba. Cerró los ojos y empezamos un lento intercambio de besos, sus labios atrapaban a los míos.

—Todo comienza con un recorrido —susurró.

Me acosté en la cama, Miriam se quitó la delgada blusa rosa. Al verla, sentí mis mejillas enrojecerse. No perdí un solo segundo para ver su torso completamente desnudo. Sus senos redondos, blancos, adornados con el brillo de la vela que nos iluminaba.

Se montó sobre mí, tomó mis manos y las llevó a sus caderas. Mis manos se deslizaron por las curvas de su silueta. Sus muslos desnudos se aferraban a mis piernas, sus caderas empezaron un suave movimiento, hacia adelante y hacia atrás. La tela de nuestros pantaloncillos se frotaba con un sonido aterciopelado.

Detuvimos los besos, Miriam acercaba su cuello a mí. Me invitaba a besarlo. Dejando huellas de mis labios mientras lo recorría, me desplacé hacia su clavícula y bajé hasta sus senos, la zona más cálida de su cuerpo, viva por su respiración. Probé su sabor caliente, sus pezones eran tiernos, quería beber de ambos.

Miriam acariciaba mi cabello, en ocasiones soltaba un gemido mientras frotaba su entrepierna contra la mía. Bajó de mi cuerpo, se quitó el pantaloncillo rosa y quedó en ropa interior negra. Gateó por la cama y se acostó en mi almohada. Deslizó sus palmas sobre mi abdomen, me quitó la camisa y la acompañé en su desnudes.

Con un movimiento de sus caderas, rozaba su ropa interior contra mis manos. Su mirada acuosa y su rostro enrojecido me invitaba a removerla por mi cuenta. Completamente desnuda, su pierna flexionada evitaba que la luz llegara a esa zona íntima. Tomó mi mano y me acercó a ella, presionaba mi cuerpo con el suyo, hacía lo posible para unirnos aún más.

Ella deslizó su mano derecha a mi entrepierna, tomó mi miembro. Cara a cara, su sonrisa complacida me indicaba que ya era el momento.

—Ven... —susurró.

Me uní lentamente con Miriam. La sensación entumecía mis sentidos, estaba envuelto en una sensación carnosa, cálida. Estrecha, pero no molesta. La respiración de Miriam se volvió rápida, como si estuviera cansada.

—Hacía tanto que no... —dijo, interrumpiendo las últimas palabras con un susurrante gemido.

De inmediato se aferró a mi espalda.

—Sigamos...

Controlados por un fuerte y salvaje estímulo, empecé con un vaivén. Miriam movió sus caderas, quería aumentar el ritmo. Con cada regreso, el movimiento se tornaba más rápido y nuestras voces subían en volumen.

Frases interrumpidas, gemidos, nuestras sombras gigantes imitando nuestros movimientos obscenos. La escena se quedaba grabada en mis memorias. Miriam me veía, con sus labios abiertos como si estuviera sedienta. Tanto sus besos como su interior eran placeres que se peleaban por tomar mi atención.

—Matik... Matik...

Sus senos se balanceaban al ritmo de nuestro movimiento, saboreé uno y después otro, quería estar en todos lados a la vez. Sus uñas se aferraban a mi espalda, otras a mi cabello.

El erótico empuje de nuestros cuerpos continuó, hasta que una violenta corriente de placer se enfocó en mi miembro. Miriam lo notaba por el cambio del ritmo, sonrió en aprobación.

—Lo quiero...

Miriam movió sus caderas, fue en los últimos momentos que liberé todo, me dejé llevar en su interior. Mientras vertía todo, continué con un suave movimiento. Con cada embestida repentina, ella liberaba un excitante gemido.

Para el final, nuestras respiraciones agotadas dominaban la habitación. Su pecho subía y bajaba. Me acosté a su lado. Miriam se acercó, me atrapó en un fuerte abrazo.

Sin sábanas, desnudos, iluminados por la vela, dejé de sentirme como yo mismo. Como si estuviera en el cuerpo de alguien más, la vida de otro. ¿Alguna vez me sentí así? Nunca, era extraño, un escalofrío recorría mi espalda y se quedaba en mi corazón.

—¿Qué le pareció, héroe Matik? —preguntó Miriam.

—Bien... se sintió muy bien.

Volteé a verla. Además del brillo en sus ojos y su sonrisa, su respiración y su cuerpo frotándose contra el mío me expresaban satisfacción y felicidad. No existía nada más, ni mentiras, ni intenciones ocultas o sub contexto. ¿Así de directo era tener relaciones?

A pesar de mis inseguridades, de mi inexperiencia... mi instinto era suficiente para notar las únicas emociones en ambos. Deseo y afecto. Una vez que mis pensamientos se relajaron, podía apreciar a Miriam sin complicaciones.

Atractiva, seductora, amable, paciente. De cabello verde, rizado y sedoso; ojos avena, reflectantes como espejos. Piel tersa y cálida. Feliz, satisfecha, complacida de verme.

—Para mí también fue grandioso —dijo.

♦♦♦♦♦♦♦♦♦

Desperté gracias a Miriam, estaba cansado. Lo que pasó anoche no debía suponer un gran esfuerzo físico como mis entrenamientos, pero podía recordar con cierto agotamiento lo que hicimos. Fue la primera vez que lo hice, en la nueva y en la vieja realidad.

Para quitarme la somnolencia fui a lavarme el rostro y me di una ducha rápida. A pesar de la frialdad del agua, todavía bostezaba en ocasiones. Miriam estaba de pie al lado de la cama.

—Buenos días de nuevo, héroe Matik. ¿Cómo amaneció?

—Muy bien... Y, ¿tú?

—Excelente. Traerán el desayuno en veinte minutos, ¿quiere descansar mientras tanto? ¿O irá al comedor?

—De nuevo lo estás haciendo —dije.

—¿Qué cosa? —Miriam bajó la mirada, hacia el escote de su blusa y hacia sus pantaloncillos—. No, es solo que usted me nota más ahora.

—¿Segura?

—Mitad segura, mitad deseosa. ¿Y usted?

—¿Está bien que solo sea deseo?

—Sí solo siente deseo, quiere decir que no me teme más. Olvidará compararme con esa otra mala mujer. Es un avance para mí.

—¿De verdad?

Miriam cerró los ojos por un momento, puso sus manos en mi pecho.

—No espero que me quiera o me ame por lo que pasó anoche, al contrario, sé por experiencia que enamorarse por pasar la noche puede salir mal. El deseo que siente por mí no me molesta. Es más normal de lo que cree y más sano de lo que aparenta.

—Entonces lo de nosotros es... ¿Es casual?

—Si eso quiere, eso será. Pero ¿y si al final resulta ser menos que eso o mucho más? De mi parte, quisiera descubrirlo sin estar a la expectativa. Quiero acercarme más a usted, pero estaré feliz solo con intentarlo.

—Si lo estás intentando, yo también tengo que intentarlo. ¿P-puedes decirme solo Matik?

—¿Eh? No tendría problemas llamándolo por su nombre, héroe Matik... Perdón, Matik.

—Tampoco seas así de formal, al menos cuando estemos solos.

Miriam sonreía, escondió sus manos detrás de su espalda.

—Matik, ¿qué quieres hacer entonces? ¿Descansar o...?

Sin terminar la oración, tomé su cintura. Nos besamos.

Lo hicimos de nuevo, hasta que tocaron la puerta para traernos el desayuno.

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora