III

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Durante la retirada de El Soberano, gran parte del Miasma que dejó en el mar se concentró en las islas Rakuen. Tres islas que pertenecían al antiguo territorio de los kitsune.

Se decía que en la isla norte solo había templos que recibían kitsune en la etapa de Frenesí Escarlata para meditar y controlar su ira. En la isla central se criaba ganado, se cultivaba y había una población considerable de kitsune.

La isla del sur, la más pequeña de las tres, era el único punto permitido para recibir a otras razas navegantes que tuvieran alguna emergencia en su viaje.

En esos tiempos, los kitsune pensaban que El Soberano podía ser derrotado con la cantidad suficiente de ellos. El día de la invasión fue una masacre. El gran batallón que prepararon fue consumido sin haberle causado un solo rasguño a su enemigo. 

Tal vez esa era la razón más importante por la cual, una raza tan hermética como los kitsune, decidió apoyar al Batallón Caduceus en lugar de solo recuperar las islas con el metal de plata. Querían cobrar venganza por aquellas almas perdidas.

Los kitsune trataron de recuperar las islas por cuenta propia, pero la concentración de Miasma era tan alta que ni siquiera el Batallón Caduceus podía combatirla. Principalmente porque el Miasma derribaría los barcos antes de que el héroe o las tropas pudieran desembarcar.

Se intentó de todo; hechizos de vuelo, lanzar hechizos a distancia, acercarse con un pequeño escuadrón. Nada funcionaba, el Miasma en esas islas era el más peligroso de todos por dos razones: su alta concentración en un espacio tan reducido, y el hecho de que había absorbido a kitsune. Eso le daba un inmenso poder e inteligencia, no caía con las mismas tácticas y esquivaba cualquier ataque.

Por eso, a lo largo de los siglos lo único que se pudo hacer fue lanzar pequeños ataques hacia la isla sur que, con el tiempo disminuyó la cantidad de Miasma en esa isla. Tanto tiempo después, lo que quedaba ahí era poco Miasma.

Ahora, Murasashi me había desafiado para que despejara esas islas.

Debido al vínculo de los kitsune con ese territorio y el Miasma que adoptó la forma de su gente, Murasashi no esperaba ni quería que el héroe eliminara todo.

Mi trabajo era atacar el "Núcleo", o como los kitsune lo llamaban, el "Ojo Maligno". Este era el punto más agresivo y fuerte del Miasma. Se creaba cuando se concentraban cantidades masivas de oscuridad que absorbió criaturas de gran poder. Nunca cambiaba de forma, la de un ojo gigante.

Su poder solo era superado por El Soberano.

Si pudiera destruirlo con el Rayo Celestial, el resto del Miasma bajo su control reduciría su poder en gran medida. Eso haría posible la conquista de las islas en cuestión de meses.

El Cardenal no solo aceptó ese desafío para callar a Murasashi, él también quería saber si el héroe de verdad tenía el poder para invocar al Rayo Celestial. La carta de triunfo para vencer a El Soberano.

Luego de pensar en todo lo que estaba en juego, abrí los ojos.

Los vientos salinos movían mi cabello, silbaban en mis oídos. El pequeño bote donde viajaba acompañado de cinco tropas más rompía en la marea, estaba a menos de veinte metros de tocar tierra. El cielo estaba despejado, el cálido clima creaba ilusiones de estanques en la tierra árida de la isla.

—Espero que no olvides tu misión —comentó Murasashi, ella viajaba en otro bote con cinco kitsune—. Nosotras haremos descansar en paz la imagen de nuestra gente, tú borrarás el Ojo Maligno.

Asentí, desde que dejamos los barcos la miko no dejó de repetirme el plan y hacerme preguntas subestimándome. ¿Podría lograrlo? ¿Era verdad que podía invocar el "Sol Inmaculado"? ¿No era una farsa que los humanos inventaron para ganar influencia?

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora