Desde que mi maná despertó, empecé a recibir clases al amanecer, sobre esgrima y otros tipos de combate. Al final de cada sesión peleaba con Avraliz para demostrar cuánto habíamos aprendido.
Avraliz era el más fuerte de los dos, no se contenía y sus cortes eran muy directos. Bloquear a la perfección no servía, mis cuerpo tomaba todo el doloroso impacto.
Él no se defendía de mis contrataques, recibía mis estocadas y las ignoraba para volver a lanzar más cortes lo más pronto posible. No le interesaba protegerse, quería demostrarse a sí mismo que cada uno de sus golpes era más poderoso que el anterior.
Aunque fuera más débil, aprendí a no gastar energías en golpes innecesarios, medía mis movimientos y no aplicaba más fuerza de la requerida. Igual que un héroe cuando era superado en tamaño y fuerza por el Miasma, aprendí a vencer con estrategia.
Al final del mediodía, Avraliz caía derrotado.
—Ese joven Jade no sigue ninguna de nuestras instrucciones, Cardenal. ¿Qué hacemos?
—Nada, las peleas contra el Miasma no siempre se basan en estrategias y puntos débiles. Es un enemigo al que se le debe matar una y otra vez. Los planes no sirven si al final no puedes cortar La Oscuridad. Esa es la tarea más importante del héroe, vencer el mal.
—¿P-por qué soy yo el que pierde? —dijo Avraliz, tirado en el suelo, empapado de sudor—. Tengo más fuerza que tú...
—Eso no basta —respondí—. Con el esfuerzo suficiente... cualquier sueño puede cumplirse.
—Mañana te venceré, hermano.
Dijo eso cada mediodía, durante cuatro años, pero siguió siendo él quien caía al suelo.
Para cuando cumplí 14 y Avraliz 16, ya no podía darme el lujo de bloquear sus ataques o saldría muy lastimado. Pero tenía ventajas para contrarrestar sus golpes, como su propio desinterés por protegerse, así como sus predecibles ataques directos, siempre cortes verticales. Aunque era fácil evadirlos, me anticipaba a cualquier cambio de ángulo repentino.
Un día, cuando esquivé uno de su ataques, Avraliz empujó la guarda de su espada con el borde de la palma derecha y la tomó con la mano izquierda. No pude esquivarlo, la sorpresa de aquella táctica me desorientó.
Entonces me encontré con un poderoso tajo horizontal dotado de su gran velocidad y fuerza.
Nuestros combates siempre eran con espadas de madera de borde plano, pero sentí como si hubiera sido cortado profundamente. Lancé un horrendo chillido. Hice lo posible por reposicionarme, pero ese dolor, el más fuerte que sentí en toda mi vida, me doblegaba.
—¡Ja, ja, ja!
La risa de Avraliz era la de un maniático, pero sus ataques fueron los de un experimentado guerrero. Cortes descendentes curvos, que impulsaba hacia arriba con más fuerza; embestidas abrumadoras como los de un toro, pero de inmediata reposición como los zarpazos de un felino.
Traté de retroceder y cubrirme. Los instructores no hicieron nada para detenerlo, estaban tan sorprendidos del abrupto estilo de combate de Avraliz. Casi parecían satisfechos, como si siempre hubieran quiero verlo ganar.
Empecé a sentir miedo de perder, de sangrar demasiado, después... miedo de morir.
Me pateó en el pecho y caí, abatido.
Los instructores felicitaron a Avraliz, querían saber cómo hizo para vencerme.
Tirado en el suelo, viendo la herida en mi torso, me di cuenta de algo. Estaba seguro de que mi fuerza y velocidad eran altas, y que no compensaba alguna carencia con el entrenamiento o estudio.
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¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!
FantasíaEn la interminable lucha contra la mayor amenaza mundial, el próximo héroe debe ser aún más poderoso que el anterior. De lo contrario, Ulos y toda la vida que lo habita... morirá. Dos niños fueron entrenados desde temprana edad para ganarse el derec...