En la interminable lucha contra la mayor amenaza mundial, el próximo héroe debe ser aún más poderoso que el anterior. De lo contrario, Ulos y toda la vida que lo habita... morirá.
Dos niños fueron entrenados desde temprana edad para ganarse el derec...
Los ocho barcos con la guarnición y retaguardia partieron hacía tres días, las Cinco Monarcas lo harían en dos horas, a las cinco de la tarde.
Quise ir al muelle cuando los ocho barcos zarparon, para saber si Kaira aparecería intentando colarse. El Cardenal, el apretado horario de entrenamiento y las reuniones, no me lo permitieron. Me convencí que tampoco tenía sentido averiguarlo.
Para unirse como miembro del batallón con estancia en el fuerte, había que asistir a la academia del batallón, eran cuatro años de entrenamiento. Kaira incumplía tantos requisitos que fue lo primero que descartó como opción para unirse al batallón. La solicitud para ser de la guarnición era mucho menos exigente, pero a Kaira le faltaba ser nivel cincuenta para que la aceptaran.
Tardamos tanto tiempo subiendo de nivel que perdimos la última fecha para enlistarnos.
Por eso recurrí a volver a la catedral y pedirles que nos aceptaran.
Kaira se hizo aventurera después de conocerme, le interesó la profesión y se quedó el tiempo suficiente para escuchar al héroe y su causa. Quedó convencida de que podría ver la tierra de sus ancestros, así que decidió subir de nivel para ser parte del batallón.
Si en esta realidad nunca nos conocimos, ¿habrá visitado la ciudad humana un tiempo hasta que decidió volver a trabajar como sirvienta de los dragones? Quería pensar que eso pasó.
Mi pasado era diferente, mis recuerdos con ella no eran más que un sueño, pero seguía sin querer que Kaira se pusiera en peligro yendo a Norleas.
Abordé la Monarca de plata dejando atrás aquellos pensamientos.
Tanto el piso como las paredes y el techo era como el interior de una mansión. Mi camarote parecía la habitación de un palacio. Un derroche de dinero tal como la mansión en el fuerte. Fui a cubierta, cada miembro del personal detenía su avance al verme. Aunque no estuviera vistiendo a Latón y Jade, me reconocían de inmediato. Hacían una reverencia y después saludaban.
—Bienvenido, gran héroe. Será un honor servirle.
Cerca de la proa, alguien me llamaba.
—¡Gran héroe!
Su voz me sonó extrañamente familiar, cuando volteé esa persona ya estaba inclinada delante de mí. Hacía una reverencia, era una mujer. El tener el torso inclinado hacía que el escote de su camisa blanca se abriera más. Podía ver tanto de sus pechos como su sostén rojo me lo permitía.
Entonces la mujer corrigió su postura. Tenía el cabello corto, era de color verde; sus ojos eran amarillos, sus labios me sonreían con una devoción casi total.
Al hablar, sus palabras me transmitían cordialidad.
—Mi nombre es Miriam Erline, tengo veintidós años. Seré su mano derecha en esta incursión. Es todo un honor el que me permita servirle, gran héroe Matik.
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