Caminé en solitario por los pasillos de la mansión, me dirigí hacia la última puerta a mi derecha. Toqué y un semi perro me recibió, él y un humano cargaban maletas de plata. Al semi perro le di a Cuerpo de Latón y al humano Espejo de Jade, después se fueron de la oficina.
—Bienvenido, Latón —dijo el Cardenal, sentado detrás de su escritorio—. Toma asiento, por favor.
El Cardenal cerró un libro grueso de pasta verde. No tenía el sombrero blanco sobre su cabeza canosa, el azul de sus ojos sobresalía en su aspecto tanto como los de su hija.
—Todo ha salido bien en La Grieta, en una semana no habrá mucho que reportar...
—Latón, por favor. No te traje para hablar sobre la situación de La Grieta. La conversación para la que te llamé es personal.
El Cardenal sacó del cajón a su izquierda un fardo de sobres blancos. Los puso en el escritorio, cerca de mí para que los tomara.
—Son para ti, de la familia Ócel, tus padres. Me las hicieron llegar días antes del viaje.
—¿Por qué me las da ahora? ¿Quería asegurarse de que hiciera mi trabajo como el héroe?
—¿Por qué no las lees primero? Consideré que te alegraría la noticia.
—No me interesa leer nada de esto. Son felicitaciones cualquiera o algo así.
—¿Que no te interesa? ¿No te da curiosidad saber qué tienen que decirte tus padres?
—Si me importaran, los hubiera visitado hace mucho tiempo.
—No esperaba esa reacción —dijo, con las cejas alzadas—. Si estás enojado conmigo por no entregarte las cartas, lo entenderé, pero enfadarse con ellos no tiene sentido.
—Desde siempre me elogió por ser disciplinado y estudioso, y me eligió para ser el Héroe de Platino. ¿Por qué estaría enojado con usted? Mmm, tal vez sí lo esté un poco. Depende de lo que vaya a responderme.
—¿Tengo algo que responderte a ti? ¿Qué?
—¿Usted tenía pensado comprometerme con Ruina cuando le dijera que éramos novios?
—Mi hija me habló de lo que sucedió con ustedes, rompieron.
—Rompió conmigo. Responda, ¿usted nos quería comprometer?
—¿Por qué quieres saber eso? Su relación terminó.
—Si yo no hubiera podido lanzar el Rayo Celestial, y su hija desde siempre hubiera sido una excelente doncella... ¿nos habría comprometido para demostrar fortaleza?
El Cardenal se apoyó en el escritorio con los codos, entrelazó sus dedos y reposó su mentón en ellos. Su mirada azulada se volvió más oscura.
—No sé a qué viene esa actitud y esas preguntas tan ridículas. En este mundo o fuera de él, no existe fuerza alguna que me obligue a comprometer a mi hija. Aunque el propio príncipe de Armatos me pida su mano, nunca permitiré una boda con alguien a quien ella no ame.
—¿Rechazaría al impecable príncipe como yerno? Ja, ja. Entonces es cierto... Bueno, si lo importante es que su hija ame a esa persona, ¿le parece bien que se involucre con un hombre casado?
Inmediatamente, el Cardenal se levantó. Sus puños estrujaban los documentos regados por el escritorio.
—¡¿En qué te basas para decir esas estupideces?!
De su nariz expulsaba aire como una bestia enfurecida. Nunca lo vi tan enojado, ni cuando regañó a las cuidadoras de Avraliz o a él por ser un guardián, ni a mí cuando me echó o cuando me besé con su Ruina. Pero por algún motivo, no me provocó el más mínimo miedo.
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¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!
FantasyEn la interminable lucha contra la mayor amenaza mundial, el próximo héroe debe ser aún más poderoso que el anterior. De lo contrario, Ulos y toda la vida que lo habita... morirá. Dos niños fueron entrenados desde temprana edad para ganarse el derec...