Capítulo 11 "La Promesa y El Sueño"

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De pronto había transcurrido medio año.

El Fuerte Norleas coloreado por el frío atardecer hizo que todas las tropas soltaran un gran suspiro. Muchos aplaudieron, incluyéndome. ¿Cómo no? Por fin regresamos de la última gran expedición y desde ahora comenzaría el trimestre de reorganización del fuerte.

No más extensos viajes ni luchas diarias contra La Oscuridad por un buen tiempo. Para las tropas solo habría entrenamiento rutinario y limpieza, los herreros darían mantenimiento a todo el equipo. Los líderes analizarían toda la información obtenida durante las luchas.

Algunas caravanas también vendrían de la ciudad de Gudiel para reabastecer al fuerte.

Me sentía motivado, aunque también estaba obligado a ir a las reuniones de organización con los líderes, tal vez podría tener un extenso tiempo libre con Ruina. Ella dijo que estaba a punto de contarle al Cardenal sobre lo nuestro.

A medida que el batallón ingresaba al fuerte, la voz de Ruina sonó en mi mente.

«Matik, le prometí a Kaira que la recibiría en la banca. ¿Quieres venir?»

Me sorprendí un poco, no sabía que Kaira fue de las tropas asignadas para viajar hacia Gudiel un mes atrás. Hoy vendría la primera tanda de carruajes con suministros.

«Oh... Bueno, si vas, yo también»

«Genial, veámonos en la salida de la mansión en una hora»

♦♦♦♦♦♦♦♦♦

Una hora después, las estrellas vibraban en el cielo con un destello pocas veces visto. Era una de esas noches raras en donde las nubes se apartaban para revelar la belleza del cielo nocturno.

Estaba en la salida de la mansión, esperé unos minutos más hasta que Ruina salió.

Su suelta cabellera blanca caía por sus hombros, en los laterales tenía moños azules y blancos.

No necesitó maquillaje, su piel aterciopelada de tonalidades rosas era más que suficiente. El par de brillantes ojos azules hacían de su mirada serena una invitación al silencio.

Ruina vestía una larga túnica blanca con adornos dorados y listones azules. Sus brazos estaban cubiertos por una acolchonada capa blanca. El paso seco provenía de tacones grises, su altura sobrepasó la mía por un par de centímetros.

 El paso seco provenía de tacones grises, su altura sobrepasó la mía por un par de centímetros

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Podía jurarlo, nunca existió ni existiría una mujer tan hermosa como Ruina.

Ella estaba a la espera de un cumplido, me quedé en silencio demasiado tiempo.

—P-perdón... En serio, no sé qué decir. Tu belleza me dejó sin palabras.

—Je, je. Gracias.

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora