En la interminable lucha contra la mayor amenaza mundial, el próximo héroe debe ser aún más poderoso que el anterior. De lo contrario, Ulos y toda la vida que lo habita... morirá.
Dos niños fueron entrenados desde temprana edad para ganarse el derec...
Desperté, sorprendido, confundido, temeroso. Tiré la sábana que me cubría y fui al baño. En el espejo froté mi rostro decenas de veces. Pero no se iban, por más que me secara con una toalla y parpadeara.
Las lágrimas todavía brotaban de mis ojos.
Mi cuerpo era diferente, un poco más delgado, un poco más pequeño.
TOC, TOC, TOC.
Limpié mi rostro una vez más, después fui a abrir la puerta. Eran el señor Víctor y la señora Diana. Los dejé pasar, tomaron una maleta que estaba cerca de la cama. Caminaron de nuevo hacia mí.
Me sonreían.
—Mi niño, ¿estás listo?
No lo estaba, tenía miedo.
—Sí, lo estoy.
Fuimos hacia la salida de la catedral, ellos dejaron las maletas a un lado. La señora Diana me abrazó, y me pidió que me cuidara mucho. El señor Víctor frotó mi cabeza y me dijo "sé feliz, sé feliz".
Solo pude asentir. Si hablaba, tal vez mis lágrimas volverían a brotar.
Ellos se fueron. Tomé la maleta y la carta. Estaba a punto de atravesar la puerta, pero una voz me detuvo.
—Cuando pongas un pie fuera de la catedral, tus huellas serán borradas y todos olvidarán quién eres. Será como si nunca hubieras existido.
No podía ver a la mujer que me hablaba, sonaba como si estuviera en todas partes.
—Gracias, ¿qué va a pasar con usted ahora?
—Volveré con mi niña, tu vida no me interesa.
Agarré la maleta con más fuerza.
—¿No te despedirás de ellos?
Negué con la cabeza.
—Tengo que irme, ya no pertenezco aquí.
La presencia se fue, solo quedé yo. Solo me quedaba partir.
No fui a la casa de mis padres, no fui a Feelbug. Esta vez quería tomar un camino diferente, y sea cual fuera, lo recorrería a mi ritmo, a mi modo.
Con la misma pasión con la que alguna vez deseé ser el protagonista de este mundo.
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