IV

52 6 4
                                    

En la plenitud de la noche, distraído de mis pensamientos por el ruido de las calles y el destello de las estrellas en el cielo oscurecido, andaba por los techos cerca de la plaza central de la ciudad. Mi plan era alquilar un cuarto al extremo opuesto de la posada donde Kaira y Auma se hospedaban juntos.

La silueta de alguien apareció en el techo de la casa en la que saltaba. En sus manos había tres cristales de maná azul con forma de daga. Pensé en huir, sin embargo...

—Eras tú, Matik.

Gracias a la inmensidad de la luna llena, el liso cabello blanco de Ruina parecía irradiar su propia luz celestial. Cuando vi sus preciosos ojos zafiro, como joyas de calidad suprema, dejé de respirar. Su pecho estaba protegido por una brillante armadura ligera azul, y el vientre revestido con una túnica negra a la medida. 

Su amplias caderas estaban ceñidas por diez placas metálicas a modo de falda, en las zonas descubiertas se notaba el pantalón negro que moldeaba sus largas piernas. Calzaba botas largas de plata azul. Para finalizar su elegante atuendo, portaba un gorro azul con un símbolo de tres líneas plateadas en el frente.

Delante de mí estaba la actual Doncella Lazuli, Ruina Lawrence. Mi amiga de la infancia, sonriendo con sus apetitosos labios rojizos.

            —¿Avraliz no te dijo que quería hablar contigo? Te fuiste de la catedral sin mirar atrás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Avraliz no te dijo que quería hablar contigo? Te fuiste de la catedral sin mirar atrás.

—Me lo dijo, pero no tenía tiempo.

—Ya veo.

No pude anticiparlo ni esquivarlo, Ruina corrió hacia mí y me atrapó en un cálido abrazo. Apoyó su mejilla izquierda sobre mi pecho. No supe cómo responder, aunque me moviera tratando de liberarme, ella se aferró con más fuerza a mí.

—En verdad quería verte —susurró.

Había todo un remolino de emociones haciendo latir mi corazón. Felicidad, miedo, nostalgia, afecto. No podía hablar. Moví las manos con cuidado, hacia la espalda de Ruina, me dejé llevar y noté que parecíamos movernos como en un baile con música lenta.

—Tal vez... yo también —dije.

Como si la repentina ventisca hubiera mandado a volar los instrumentos de la banda, nuestra pequeña danza terminó. Ella arregló su cabello y se puso el gorro. Arreglé mi camisa, traté de acomodar mis emociones de nuevo en mi corazón.

Nos mirábamos en silencio, pero satisfechos.

—Entonces, ¿me tengo que poner de rodillas para pedir su bendición, gran doncella? —dije.

—Je, je, je. Aún trabajo, debo vestir como corresponde. Ahora mismo, papá y yo revisamos las provisiones y el equipamiento que envían desde los Antiguos Bosques, si algo sobra o falta debe ser reportado. En dos horas vendrá cargamento de los Santuario Sakura y en el amanecer arribarán los barcos desde la Bahía Mineral.

¿Mi deseo? ¡Ser el protagonista de este mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora