36. Por mil años más

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Anna

El dolor era insoportable. Me dolía todo mi cuerpo, no podía moverme, apenas podía pensar bien. Pero todo eso era nada comparado al dolor del corazón.

– Anna... no sabes lo que me asuste, te pido perdón. Se que fue mi culpa, no tengo cara ni me alcanzará la vida para pedirte perdón, por todo. Hay una explicación para todo, pero no es el momento, nos enfocaremos en tu recuperación ¿si?

Edmund me tocaba la mano con cautela, si supiera que su piel tocando la mía solo me hace sentir en casa, por más enojada que este, él sigue siendo mi debilidad.

Mi cabeza dolia un poco, ni siquera recordaba lo que pasó, solamente recordaba enterarme de que Edmund era papá, la casa de Thea... el señor Chan...

– Vete Edmund, no quiero verte–. Apenas dije, mis palabras tropezaban entre sí. Mi garganta dolía y estaba un poco ronca, no miraba a Edmund, mi mirada estaba fija en el techo.

– Porfavor Anna, perdóname, te juro por mi vida que las cosas no son como parece. Pero no quiero que eso te agobie en este momento, solo quiero que te recuperes. Anna, si te hubiese pasado algo más yo... en ese momento volví a mirarlo, me atreví a hacerlo. No lo había visto bien, pero pude ver su mal aspecto.

Edmund siempre era prolijo, bien vestido, limpio y dolorosamente perfecto. Pero hoy, hoy lucia muy mal, se me estremeció el cuerpo ¿Donde está mi Edmund? Estaba pálido, mucho más delgado, sus cachetes se hundían, tenía ojeras moradas profundas, su barba estaba crecida y desaliñada, su cabello estaba desordenado e iba vestido con ropa arrugada. Trague grueso saliva, su mirada conectó con la mía, pude ver el dolor en sus ojos, la culpa también.

– Nunca me voy a perdonar por haberte puesto en peligro, entiendo que me odies, me lo merezco, me merezco todo lo que sientas contra mi. Solo, déjame que te ayude, tienes que recuperarte Anna. Yo te prometí que iba a cumplir todos tus sueños, eso incluía dejarte en libertad, dejarte si es locque quieres-. Escuche como se le quebraba la voz.

¿Es lo que quiero? ¿alejarme de el?

– Si quieres irte después de tu recuperación, hazlo. Pero primero permíteme ayudarte, porfavor–. Suplico con sus ojos llorosos.

No lo digas, vas a hablar desde el dolor. No lo digas.

Claro que quiero mi libertad, no pienso compartir mi vida con un hombre mentiroso, creo que no te quiero lo suficiente, después de todo, jamas he sabido querer–. Respondí como la tonta que soy.

Anna, no, no hagas esto.

Edmund me miró como jamás me había visto, su rostro era una mezcla de miedo y dolor, una lagrima escapo de su ojo derecho, pero la limpio rápidamente.

– Entiendo.

– ¿De verdad? ¿Lo entiendes? Porque no creo que lo hagas, eres un mentiroso, todos en tu casa lo son. No quiero volver ahí, solo déjame libre, déjame en paz. No quiero tu ayuda, siempre he estado sola, y si algo bueno me trajo estar contigo, es que me enseñaste a tomar mis decisiones y ser libre. Bueno, pues yo no quiero que me ayudes.

No tienes a dónde ir. Estas sola, no seas orgullosa.

– Voy a dejarte ir, pero no en este momento. No tienes a dónde ir, si no quieres vivir en la casa, vivirás en otro lugar. Solo permíteme, te ruego que me permitas ayudarte, una última vez, porfavor–. Nunca había escuchado a Edmund así, su voz profunda se perdía en las súplicas, me estaba doliendo el alma, lo amo, lo amo tanto pero estoy muy lastimada.

Escucha su versión Anna. Sólo escuchalo.

– Esta bien. Acepto, pero no quiero vivir en tu casa. Después de mi recuperación me voy.

ANNA ES MÍA(completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora