Capítulo 38

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Chloe:

Dos semanas habían pasado desde la fiesta del sábado.

Dos semanas en que no hablé ni una vez con Lucas.

Siendo la primera vez que no conversaba con él durante tanto tiempo. Ni siquiera cuando nos odiábamos habíamos pasado tanto tiempo sin hablar.

Ambos estábamos en un voto de silencio, algo de lo que no podía quejarme porque yo misma lo pedí, el detalle es que no estaba feliz con ello. Porque él era todo para mí. No sólo se trataba de la intimidad, sino que en Lucas yo me apoyaba, era mi mejor amigo.

Por eso era una estupidez mezclar el sexo con la amistad. Si ninguno de los dos hubiese tocado ese punto, habríamos estado igual que siempre. Pero no, tenía ganas de experimentar y esto nos trajo a esta disyuntiva.

Lo extrañaba, dormía por las noches y me despertaba buscándolo, pero solo encontraba ese lado de la cama vacío. Me había acostumbrado a dormir en su cama, con él luego de haber saciado nuestros cuerpos. O las veces que veíamos una película y cualquiera de los dos comentaba porque ninguno podía callarse. Cuando nadie entendía eso.

Había llorado, demasiado. Porque me recordaba mi estupidez. Tal vez tomé una decisión apresurada, quizás el miedo me ganó. Pero luego de que ambos folláramos en esa fiesta algo cambió. Algo grande dentro de mí. Y me aterré.

Era una necesidad que nunca había tenido por otra persona, era un ansia de estar con él a su lado cada maldito segundo de mi vida. Y eso no era así, eso sonaba a peligro. Banderas rojas ondeaban a nuestro alrededor.

Sabía que también estaba triste, nunca pensaría lo contrario, tampoco me había escrito, pero él solo cumplía con la distancia que nos impuse. Me preocupaba porque él debía de estar estresado con su examen y yo le añadí este mierdero.

Me arropé en la cama y dejé que el día pasara. Ni siquiera había ido a la universidad, ni en los días que tenía evaluaciones. Por lo que me ha ido de las nalgas, pasaba con solo lo justo porque no tenía ganas de nada.

También me había acordado de papá. Se acercaba una fecha dolorosa.

Eso era algo horrible, porque cuando me daban mis crisis depresivas, necesitaba que él estuviera aquí. Yo seguía sin superar la muerte de mi padre porque quien siempre supo consolarme en mis peores momentos, pese a la distancia, fue él.

La puerta de mi habitación sonó y me quedé allí. Llorando como una tonta. Tal vez si no me movía, la gente pensaría que estaba fuera, en alguna fiesta o algo.

—Chloe —Ava abrió la puerta y me vio en mi peor estado—. Mierda, Chloe. ¿Qué ocurre?

—Nada —susurré mientras me hacía bolita.

Ella cerró la puerta tras de mí. —Eso no es nada, estás encerrada aquí y huele peor que un basurero.

—No tenías que venir —me tapé con la sábana para no verla.

—Chloe, ¿qué pasó contigo? No te veo desde la fiesta, me tienes preocupada.

—No me pasa nada —me haló la sabana—. Maldita sea, Ava. Déjame en paz.

—No te voy a dejar en paz. Eres mi amiga. La misma que me compro un boleto y me llevo a su casa cuando no tenía a nadie con quién pasar Navidad, estas loca si piensas que me iré —ella se sentó a mi lado—. ¿Qué te pasa?

Sollocé. —Terminé mi trato con Lucas.

Ella me miró sorprendida. —¿Cómo?

—Sí, es lo mejor. Luego de la fiesta pasaron cosas, mejor dicho, en la fiesta —y le conté todo mientras un bebé molesto y llorón.

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