1) Los amigos no se celan.
2) Los amigos no se besan apasionadamente.
3) Los amigos no hacen el amor.
4) Los amigos no se enamoran entre ellos.
Esas eran las cuatro reglas que tenían Lucas y Chloe para que su amistad perdurara en el tiempo y ambos...
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Lucas:
Mi semana había sido una mierda, una completa y absoluta mierda.
Desde el martes en donde tuve la discusión con Chloe, hasta hoy que era viernes, me sentía como en un huracán lleno de miseria y destrucción. Extrañaba como un poseso a la loca de mi mejor amiga y solo quería verla.
Me había resistido escribirle esperando que ella fuera la que lo hiciera, pero no ocurrió así. Que ese día estaba decidido ir a buscarla. Al carajo mi dignidad, me importaba más mi amistad con ella que cualquier cosa.
Pero sabía que no solo era eso, era el aluvión de cosas que pasaban en nuestras vidas. El deseo que comenzaba a desarrollar hacia ella, las ganas de verla y besarla que se estaban haciendo más presente con cada día que pasaba.
Salía rumbo a mi auto cuando sentí que me llamaban. No sabía de qué iba, así que me giré quitándome uno de los cascos. Cuando enfoqué bien me encontré con mi Chloe corriendo como en una carrera hacia mí.
Tenía que ser mi imaginación. Ya está, me he terminado de volver loco.
Pero al verla al frente de mí supe que no fue producto de mi cerebro hiperactivo, sino que era ella que estaba aquí, frente a mí.
—Cl —su apodo salió de mis labios como en un suspiro. Seguía sin poder creer que ella estaba justo aquí.
—Luke...—su voz sonaba baja e insegura al igual que la mía. Tenía ojeras en sus ojos y me daba cuenta que no era el único que le había afectado esto que ocurría entre nosotros.—. Lo siento mucho, Luke. No sé qué me pasó ese día.
No tardé demasiado en pasar mis brazos alrededor de ella y darle el abrazo que ambos necesitábamos. No sabíamos estar sin el otro y esa era la única verdad. La extrañaba mucho.
—Discúlpame por regañarte ese día. —yo estaba claro que ella ya era una adulta y que no tenía que estar cuidándola cada dos por tres, la cosa era que yo no sabía verla de otra forma. Cuando le decía esas cosas era porque me preocupaba—. Perdón.
Al alejarnos vi que tenía los ojos llenos de lágrimas y si fuera adepto a ellas, yo también estaría así. —No tienes que disculparte, yo actué como una loca. Sé que lo haces porque te preocupas por mí. —me extendió una caja y me extrañé por no saber qué era—. Sé que son tus favoritos.
Abrí la misma y me encontré con media docena de pastelillos, tres de chocolate blanco y los otro de oscuro. —Los de chocolate oscuro son tus favoritos.
—Bueno, no podía darte un regalo sin sacar mi parte de ello. —me reí como hacía unos cinco días que no hacía, cómo la había añorado—. ¿Podemos comerlos?, tengo hambre.
—Vamos a buscar un lugar. —miré la hora en mi reloj—. ¿Quieres ir a ver una película? Hay una de acción que tal vez te guste.
—No estoy como que muy vestida para ir al cine. —y señaló su sudadera con un montón de dibujos que si no me equivocaba eran la versión chibi de sus BTS. Se veía tierna y hermosa. No necesitaba nada más.