ESTUFA ELÉCTRICA

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-Pero no tenéis el mismo apellido. Observó.

No iba a perder el tiempo explicando los detalles técnicos, así que fui a la explicación rápida, manteniendo a raya mi risa.

-Es por seguridad, pero no me negará que se nota el parecido. Dije señalando mi cabello negro ondulado y mis ojos grises característicos de la familia Black.

Miré disimuladamente a ambos lados de la calle prácticamente vacía para después sacar despacio mi varita y ponerme a jugar con ella bajo su atenta mirada llena de nerviosismo.

-Ahora que ya está todo claro, será mejor que volvamos al motivo de mi visita: ¿Está Harry?

-¡Chico, tienes visita! Dijo finalmente sin dejar de observar el movimiento de mis manos.

-¡¿Visita?! Oí como gritaba el chico azabache de ojos verdes desde la planta de arriba, para luego bajar lo antes posible las escaleras.

-¡Cassie! Exclamó nada más verme, con una sonrisa en su rostro.

-Llévatela de aquí cuanto antes. Masculló su querida tía, agarrándole el brazo en forma de advertencia para después empujarle fuera de la casa y cerrar la puerta tras él.

-¿Qué le has hecho? Me preguntó riendo.

-Simplemente les he mostrado mi lado Black. Comenté de forma inocente, mostrando la varita en mi mano.

-Pero si aún no tienes diecisiete, los cumples en Enero.

-Pero eso ellos no lo saben. Señalé guardando mi varita y guiñándole un ojo, provocando su risa una vez más.

-¿No piensas darme un abrazo mini Cornamenta? Cuestioné, fingiendo mi molestia mientras abría mis brazos, causando que Harry fuera corriendo abrazarme.

-Bueno, ¿qué te parece si vamos por un helado? Me muero de hambre. Comenté al mismo tiempo que entrelazaba nuestros brazos, alejándonos de esa horrible casa.

Subimos al metro para recorrernos todo el centro de Londres, al mismo tiempo que Harry me contaba sobre sus entretenidas vacaciones.

Al parecer, la familia Dursley al completo estaba a dieta. Lo cual me hizo entender la carta de socorro que Harry me envió hace unas semanas en busca de algún dulce para su supervivencia. Y he de decir, que mis galletas y mi tarta de chocolate como uno de sus regalos de cumpleaños, le fueron de gran ayuda para sobrellevarlo.

También me contó la cara que se les había quedado a esos muggles al ver la carta de la señora Wealey cubierta prácticamente al completo por varios sellos al no haber usado nunca el correo muggle y como se atemorizaban sus querido tíos con tan solo nombrar a Sirius Black. En resumen, tuvo un verano bastante tranquilo comparado con las otras veces.

Fuimos a varias tiendas de ropa para asegurarme de que Harry contara con una renovación de armario. No me gusta nada tener que verle con las camisas exageradamente grandes que a ese muggle ya no le son de utilidad. Además, también pasamos por algunas tiendas de música, en las que compré varios vinilos como regalo para mis padres.

Una vez nos vimos cargados con una cantidad de bolsas considerable, decidimos parar por ese helado que tanto deseaba en aquel momento.

Vigilé que nadie nos estaba prestando atención para guardar las bolsas en mi bolso y así evitar volver con ese peso hasta Privet Drive.

-¿Cómo es posible que lleves todo eso en tu bolso? Murmuró el azabache a mi lado impresionado.

-Hechizo de expansión indetectable. Papá me lo enseñó y me regaló este bolso por mi cumpleaños número dieciséis, que hechicé para que el peso de los libros ya no me sea un problema nunca más. Expliqué mientras degustaba mi helado de pistacho y avellana.

Pequeña Lunática [Charlie Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora