BUENOS DÍAS

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Me senté en la entrada de la tienda, algo mareada por tanto suceso. Por suerte, no me topé con Percy. No estaba de humor para soportarle en esos instantes...

Logré encender con dificultad un cigarrillo, debido a mis manos temblorosas. Los sucesos de estos últimos meses comenzaban a pasarme factura. Sentía un dolor agudo por todo mi cuerpo.

Charlie apareció a mi lado con una sonrisa comprensiva, se sentó conmigo en silencio.

Me rodeó con su brazo para después dejar un beso en mi cabeza, permitiéndome recostarme en su hombro.

Quitó el cigarrillo de mis manos y le dio una última calada antes de apagarlo con la suela de su zapato. Seguido, entrelazó su mano restante con las mías temblorosas, logrando tranquilizarme poco a poco.

-No le hagas caso. Percy está demasiado enamorado de su jefe como para saber lo que dice. Comentó creando una pequeña sonrisa en mis labios que no duró mucho.

-Todos piensan en el fondo que acabaré igual que ellos, que mi padre es igual a ellos. Dije entristecida de nuevo.

Charlie se separó para poder tomar mi rostro con sus manos. -No eres como ellos, Cass. Jamás lo serás, por mucho que todos los demás lo crean. No permitas que esto te hunda. Dijo con determinación, conectando sus ojos verdes con los míos grises por varios segundos y limpiando el rastro de mis lágrimas.

Nos mantuvimos en silencio, volviendo a la posición anterior y con la mirada perdida en el cielo, hasta que dirigí mi atención a su herida en el abdomen.

-Volvamos a dentro. Sino limpio esa herida, se infectará. Comenté, levantándome y ofreciéndole mi mano para que hiciera lo mismo.

A judgar por los ronquidos que se podían escuchar, los demás ya se habían quedado más que dormidos.

Le indiqué al ojiverde que se sentará en el sofá y agarré de nuevo el botiquín situado en la mesa, con cuidado de no hacer demasiado ruido.

Se quitó la camiseta permitiéndome ver la herida. No era profunda.

Limpié la zona con cuidado para luego taparla con unas gasas, intentando no desviar mi vista hacia su pecho y abdomen repetidamente.

-Cada día se te da mejor esto de la medimagia. Susurró cuando ya había acabado. No había dejado de mirarme ni un segundo.

-Todo es gracias a Ponfrey. Aún recuerdo como, en cuanto cumplí los 14 años, acudí a la enfermería para pedirle asistir a sus prácticas el año que siguiente. Estaba deseando tener nociones sobre medimagia para ayudar a mi padre tras la luna. No me gustaba verle sufrir y adolorido, sin yo poder hacer nada. Narré en el mismo tono de voz, recogiendo todas las cosas.

En el momento en el que me levanté del sofá para guardar el botiquín, Charlie tiró de mi cintura, haciendo que quedara sentada sobre su regazo.

-No pienses que no me he fijado en ese muñeca y en la quemadura de tu cuello. Comentó dejando el botiquín a un lado. Después, quitó la venda ensangrentada de mi muñeca con cautela.

-Charlie, no es nada... Dije mientras él curaba mi herida antes de volver a vendarla.

-Siempre estás cuidando de todos: a Harry, a tus padres, a los chicos, a mi... A todos menos a ti. Deberías dejar que alguien cuide de ti de vez en cuando. Mencionó, apartando mi pelo para poder dar una pomada en la quemadura de mi cuello, que había sido causada por la varita de Crouch.

-Gracias... Murmuré recostándome en su pecho.

Debimos quedarnos dormidos en algún momento, dado que me desperté en la misma posición, encontrándome con unos conocidos ojos verdes.

Pequeña Lunática [Charlie Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora