2. Trago

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—En cuanto la agencia de Kyara firme el contrato, comenzará el rodaje de la publicidad.

Ander giró el rostro hacia el asesor legal que venía con él. El abogado, de unos cincuenta años y vientre abultado, asintió a su anuncio. Satisfecho con la agenda del proyecto, y con el visto buen del área legal al contrato dirigido a la cantante que sería el rostro de la campaña, se levantó, terminando la reunión.

Agradeciendo por llegar de una pieza al final de la presentación, Gabriel aprovechó el ruido de sillas y palabras corteses soltando un suspiro, fingiendo agacharse a tomar el fajo de folders en la mesa, colocándolos contra su pecho como barrera protectora y/o asidero; y se alistó a recibir la despedida del CEO y de su equipo de trabajo.

Ese hombre lo estaba poniendo mal. Aunque, ¿qué esperaba de un modelo constante para portadas de revistas de deportes, negocios y de la farándula?

Los pasos de los caros Oxford negros de Ander dirigiéndose a él, resquebrajaron la muralla de aparente entereza construida a temprana edad, para simular que no le pasaba nada al cruzar miradas con los hombres.

Enderezó la espalda.

Luz, al fondo, se encargó del resto de los acompañantes, resolviendo sus dudas, actuando como una red de contención que le dio acceso exclusivo a Ander a su espacio personal, del otro lado de la mesa, la pantalla iluminando su hermoso perfil.

Rogando para sus adentros que las luces provenientes del logo de Figgo disimularan el calor en sus mejillas, Gabriel detuvo el paso en retroceso que estuvo por dar.

—Sus padres dejaron en buenas manos la agencia.

El cumplido, y la consiguiente sonrisa de protagonista masculino de cualquiera de las producciones millonarias de Antares, amplificó el problema en su interior, clavándolo a las baldosas. Temperatura, pulso, todo, yéndose al carajo, aplastado por la mirada gris, la colonia amaderada y el aura imponente (y refrescante) de Ander.

Asintió como idiota, ganando tiempo, ordenando ideas.

—Gracias. Haré mi mejor esfuerzo para continuar trabajando con Antares —por suerte, su voz no salió atropellada, conservando cierta naturalidad, gracias al dominio que tenía sobre el arte de mantener las apariencias.

—¿Sólo con Antares, o conmigo también? —las últimas dos palabras tuvieron un cambio de tono y frecuencia, que Gabriel habría jurado, hizo que los sonidos llegaran no sólo de sus oídos al cerebro, sino que tomaron una ruta alterna metiéndose bajo su piel, sacudiendo la estabilidad de la realidad sobre la que creía estar parado.

Apretó la respiración, deshaciéndose de las mil y una líneas de pensamiento acelerado surgiendo en su mente y mostró su mejor cara de negocios:

—Con ambos.

—¿Y aceptarías un trago únicamente conmigo?

¡Contrataque!

Quizás Ander no tenía ni idea del efecto que causaba en su persona, siendo que nadie conocía su orientación, así que era natural que ignorara el efecto que tenía su voz. Esa voz que parecía echa para seducir.

«No te ilusiones», se recordó, como hacía al encontrarse en situaciones similares, encadenando las reacciones de su mente y de su cuerpo.

Similares. Nunca como aquella, con un hombre del atractivo y el estatus de su cliente. Ander era Ander.

—Será un placer.

—¿Tendrás tiempo hoy?

La firmeza en la cual sepultaba la locura de sus hormonas, esas que era maestro en controlar, flaqueó de nuevo con un "sí" que quiso salir de su boca, apenas escuchó la repentina e inesperada sugerencia.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora