16. Aterrizaje

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El secreto que convirtió a Antares en un coloso de la industria del entretenimiento fue el hombre que, encima de ser un espectáculo a donde fuera, poseía una innegable capacidad de hacer lo que a la mayoría le resultaría imposible si quiera soñar: ver el futuro y ganarle.

Esa es la clave del éxito en el rubro del espectáculo: vencer al tiempo. Ir por delante de las modas y los escándalos, siendo, el prever y prevenir, habilidades necesarias, básicas y determinantes. Habilidades que Ander perfeccionó al punto de convertirlas una forma de arte envidiada por la competencia.

Al fundar su empresa, Ander se enfocó en las redes sociales, valiéndose de estas para ganar visibilidad y posicionarse, dirigiendo los reflectores a las estrellas nacientes con apoyo de las apenas emergentes figuras de los influencers. Una estrategia que, en esos años, se trató de un movimiento arriesgado por el que muy pocos (nadie) habrían apostado cuánto tenían.

Así es como estuvo listo al llegar el boom de tecnología y la redes, para recibir las nuevas tendencias, para lo que las cámaras captaran tarde o temprano entorno a Antes, y para los mensajes de los reporteros buscando sacar más jugo a cualquier migaja.

Adelantarse a los acontecimientos fue, tal cual estaba acostumbrado, su intensión al pedirle a Javier que pospusiera la publicación de las fotos dos días, esperando que saliera durante la emisión matutina del domingo, no alcanzando a entrar al tiraje de la tarde. Un par de horas hacían una enorme diferencia en su mundo, y esas horas que le robó el reportero, sólo significarían una mayor oportunidad para los medios oportunistas de adelantarse a su regreso de París.

Las consecuencias de esa ventaja, según preveía, podrían ser enormes, pues había menospreciado el interés de los medios en su propia persona, y lo atractivo que era relacionarlo con un hombre, tras decenas de escándalos con mujeres. Algunos ciertos, la mayoría, lejos de la verdad, pero útiles al colocarse en el ojo del interés público en el momento oportuno tanto para él como para ellas. Porque, sí, que fuera conveniente a ambas partes era un lineamiento fundamental de su política.

Confiar en la palabra de un hombre, con la profesión de Javier, fue un error de novato que se increpó, y no habría cometido con las figuras que componían el escenario de Antares.

Su error, su suerte y, recostado contra su hombro, dormido en el asiento del jet privado, de regreso a Marvilla; Gabriel. El único ser humano al que no le convenia que lo relacionaran con él.

La azafata, sin inmutarse por la escena, se acercó a su indicación inclinándose unos grados, permitiendo que hablara en voz baja:

—¿Puedes hacerme un favor?

* * *

Aterrizaron en el aeropuerto a las nueve de la noche.

Con un bostezo oculto por la decencia de su mano, Gabriel despertó estirando el cuerpo a movimientos cortos, respetando el dolor en su cintura y otras áreas.

—Hace fresco —dijo Ander, colocándole sobre los hombros su saco, antes de ponerse de pie.

Una acción que tuvo de consecuencia una expresión de la que ni siquiera Gabriel alcanzó a ser consciente. Una sonrisa ilusionada.

Esa sonrisa se ganó la intensa mirada gris de Ander.

—¿En serio no podemos escaparnos a Nueva Zelanda? Dinamarca también estaría bien.

El chascarrillo obligó a la consciencia de Gabriel a desperezarse:

—¿Y privarte de lidiar con la prensa que amas? —se levantó, ajustando la prenda echa a la medida del CEO— No sería capaz de quitarte tal diversión.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora