64. Príncipe

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"Yo, Aura Zaldívar Villaseñor, hija de Genaro Zaldívar Villaseñor, admito, en pleno uso de mis facultades mentales, que fui su asesina. A través de una sobredosis de medicamentos inyectados directamente en su corazón, le puse fin a su vida, sin el conocimiento previo (o posterior) de mi hermano, quien supuso que falleció a causa de las complicaciones derivadas de las etapas finales del cáncer de pulmón que padecía, por lo cual omitió la autopsia correspondiente. Subrayo: la autopsia fue omitida, no para encubrirme, sino por ignorancia plena de mi persona como autora del crimen, hasta hoy, que doy pleno derecho a quien lea esta nota, y ruego, para que la haga publica a favor de lo único queda de mi familia.

El asesinato lo cometí en venganza por el abuso físico, sexual y emocional que Genaro Zaldívar Villaseñor ejerció contra mi hermano gemelo, Adel Zaldívar Villaseñor, quien se suicidó en consecuencia a las secuelas psicológicas de las violaciones a las que nos sometió a diario, y de mi, desde nuestra infancia; y por el abuso físico, sexual, psicológico y económico que cometió contra nuestra madre, Alana Echeverría Rivera, así como por su asesinato; y la tortura psicológica y coerción contra mi hermano mayor, Ander Zaldívar Villaseñor.

Mi madre, a lo largo de su matrimonio, fue una víctima más a quienes las autoridades se negaron a escuchar, compradas por mi padre. Mi hermano mayor desde muy joven fue manipulado y chantajeado por el señor Genaro Zaldívar Villaseñor para actuar a su favor, interviniendo sobre nuestra madre y sus recursos, a cambio de "mantenernos seguros". Sirvientes, amistades de nuestro padre y autoridades, coludidos para aislarnos a los cuatro del mundo.

Esta nota la firmo con mi puño y letra, dando constancia de que mi hermano jamás se manchó las manos, que quien tiene las manos manchadas de una sangre, que no lamenta haber derramado, soy yo, y que Ander lo único que hizo a lo largo de estos años fue tratar de protegernos, cuando mi padre vivía, y de protegerme, tras su muerte.

Ander, eres lo más cercano a un superhéroe. Lo fuiste para Adel, para mamá, y lo serás por siempre para mí.

Gracias, te amo y perdón."

* * *

Al inicio del pasillo se encontró con una señora de edad avanzada sosteniendo un vaso de café, hablando en voz baja con una de las enfermeras. Si eran por buenas o malas noticias, no supo ni le interesó, notando tras su nuca la leve picazón conocida al llamar su atención, perdiéndose en la longitud del camino, llegando a la habitación más alejada de las escasas miradas indiscretas a esa hora de la madrugada.

Girando el picaporte entró a una habitación llena del murmullo silencioso del exterior, cortándolo al cerrar.

De pie frente a la entrada, Ander permaneció quieto en su sitio, sin moverse, sin hacer ni un ruido, a penas respirando, a penas permitiendo que un parpadeo se interpusiera entre él y la mujer recostada en la camilla, el semblante pálido y los ojos cerrados, una intravenosa colgando a su lado, la bata del hospital puesta.

No la llamó en voz alta, no mentó su nombre ni para sus adentros, dándole una identidad por las emociones que surgieron al verla:

Coraje.

Tristeza.

Furia.

Amargura.

Ira.

Y la pregunta de cómo es que los niños que jugaban juntos un día, al siguiente estaban ahí, destrozándose mutuamente.

Crispó los dedos, imaginando por impulso el cuello de Andrea entre ellos, la resistencia que pondrían sus vertebras, los estertores que la sacudirían con la presión, los gorgojeos ahogados surgiendo de su boca y los ojos desesperados que la verían a través del velo de la hipoxia.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora