56. Expectativa

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Estaban del otro lado de Marvilla, en un hospital privado diferente a donde estuvo internado y, aún así, al entrar, su cuerpo entero protestó, haciéndole sentir un mareo y una sensación fría y paralizante en el pecho, que lo hizo sostenerse de una columna por unos segundos, mientras Ander corría hacia la recepcionista solicitando el pase que le permitiría acceder al ala VIP, a donde su hermana fue trasladada. Matthiue, demasiado ocupado con el papeleo, como para recibirlo.

Gabriel se esforzó por respirar, consciente de que no podía caer, de que Ander necesitaba que fuera lo que la columna para él: un sostén.

Apretando los ojos y abriéndolos, se trató de ubicar en la confusión y en el espacio abierto lleno de sillones, donde los familiares aguardaban por noticias de sus seres queridos o simplemente descansaban del caos por el que se encontraban ahí. Avanzando despacio a la recepción, dejó atrás a una enfermera que hizo el amago de acercarse a preguntarle si se encontraba ahí, dando una respuesta escueta hasta alcanzar al hombre que mantenía una expresión compuesta, restregando sus manos sobre la madera conglomerada.

El hombre más poderoso de Marvilla, convertido en el simple ser humano que era.

La recepcionista recibió el documento que Ander firmó, se giró levantándose para ir aun archivero, y la mano izquierda de Gabriel tomó la del CEO bajo la luz blanca del hospital, ocultando el enlace de sus dedos en la tela de chamarra que fue obligado a llevar por el fresco de la noche.

Confundido, más que sorprendido, Ander lo miró a través de la niebla de la ansiedad, sus dedos crispándose en una duda inicial, siendo devueltos al presente con el regreso de la recepcionista, entregándole a cada uno un pase de visita, informando el número de la habitación en la que se encontraba la paciente.

Dando las gracias a nombre de Ander, Gabriel lo siguió a pasos largos rumbo al elevador, sin soltarse el uno del otro. Si Ander no corría, no era por evitar llamar la atención, sino porque la única claridad que le quedaba en ese instante, se centraba en él, como ocurrió al llegar, cuando Gabriel tuvo que instarlo a apresurarse a entrar, en vez de esperar a que consiguiera ir a su ritmo.

El elevador se cerró, junto con una doctora hablando con un enfermero, y quien parecía ser familiar de algún paciente. En los primeros pisos se repartieron cada uno de los pasajeros, dejándolos solos en el último pisos del recorrido. Al llegar, Gabriel tiró de Ander para hacerlo salir.

Sin esperar que el CEO guiara, Gabriel tomó la iniciativa pasando de largo los laterales que se dirigían al ala de nefrología y a quirófanos, según indicaban las franjas de colores en las paredes, encaminado por la franja amarilla a la recepción de ese piso, donde les pidieron los pases, para que luego, una residente, los llevara por un largo y silencioso pasillo, con un par de sillones espaciados, deteniéndose frente a la habitación quinientos seis.

La residente los detuvo para darles un reporte, pero Ander fue incapaz de esperar más y entró por su cuenta, ante la sorpresa de la mujer. Dentro, escuchó el tono francés característico del secretario, y aliviado de que él estuviera ahí para Ander, Gabriel se quedó fuera con la residente, pidiéndole que le explicara los detalles, tardando en caer en cuenta de que sería difícil que lo hiciera, pues estos debían ser únicamente entregados a la familia. Desconfiando al inicio, la residente revisó la tableta que traía en la mano con la información de la paciente, y asintió, para luego hablar.

El resumen: Aura fue atropellada luego de participar en una pelea callejera con una mujer desconocida y tras caer de la acera al carril, según los informes de la policía (que se presentaría más tarde), siendo llevada a ese hospital en calidad de desconocida por la falta de documentos oficiales o familiares, al ser el más cercano. Presentaba una fractura oblicua desplazada en el fémur derecho, y también una fractura costal de la segunda, tercera y cuarta cosilla, y un pulmón perforado por el impacto; además de múltiples contusiones menores, provenientes del altercado previo. Sin embargo, por la intensidad del dolor de las fracturas, y tras darse cuenta de que los sedantes no funcionaban, con la sospecha ya confirmada por Matthieu de antecedentes de farmacodependencia y drogadicción, se optó por mantenerla sedada hasta que el dolor remitiera lo suficiente para evitar que se moviera y empeorara sus lesiones. Si bien los sedantes podían ser contraproducentes para la recuperación de Aura en su adicción, el beneficio inmediato para salvaguardar su integridad era mayor que las consecuencias.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora