66. Reivindicar

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Durante la siguiente semana hubo un silencio sepulcral por parte de las oficinas de Antares. Sus acciones se desplomaron en el mercado y los medios, ante la falta de comunicados oficiales, o apariciones publicas por parte del famoso CEO, negando que la familia Zaldívar fuera el nido de seres sin corazón que los medios fueron pintando a lo largo de notas cada vez más maliciosas; se regocijaban, adelantándose al futuro, hablando de la "Caída del Castillo de Naipes", apuntando a la yugular de Ander, asegurando que su mala racha no era más que el karma haciendo de las suyas.

A la demanda en proceso, a los rumores acerca de su oscura historia familiar que encaminaba a muchos a suposiciones sobre su persona, a su ascenso meteórico en los últimos años posicionándose en la escena internacional, a las controversias a las que se prestaba el CEO, se sumaron las habladurías fuera y dentro de los medios, de internet, del pie a pie, empujando las líneas telefónicas de Antares al colapso día y noche. Un infierno que las malas lenguas esperaban que fuera la sepultura de una de las historias de superación y caída más mediática de las década.

Entre el veneno circulando en redes, los proyectos de Antares manteniéndose a flote por mero milagro, el domingo por la mañana, en un rincón oculto en la página oficial de Scena, fue publicado un vídeo que no tardó en volverse viral.

El vídeo era una entrevista realizada a Roberto Ibáñez, hablando de la primicia que tenía en sus manos.

—Si algo puedo asegurar —dijo el reconocido periodista, enlazando las manos, apuntando a la cámara con ambos índices—, es que después de que el reporte sea publicado, más de un hipócrita regresará arrastrándose a Antares, y espero que les cierren las puertas en la cara.

—¿No podrías darnos un adelanto? —preguntó la entrevistadora.

Roberto pareció pensárselo con cuidado y, tras unos segundos, asintió, reacomodándose en su silla.

—Sólo compartiré, para ti y los seguidores fieles de Scena, que hay un ángel de su lado.

El brillo en los ojos de Roberto al hablar del supuesto ángel, ocasionó un par de comentarios apuntando a mil teorías. Que si un matrimonio arreglado para salvar la empresa, que si compra de autoridades, que si en la mirada del periodista se notaba de inmediato la buena suma por la que se vendió o, por el contrario, que no se trataba sino de un idiota más tratando de colgarse del escándalo del momento, creyendo haber descubierto el hilo negro.

Ninguna teoría atinando a la realidad.

—Esta hecho —suspiró Roberto cerrando la laptop, apartando la silla de la mesa, la cabeza hacia atrás, la vista fija en la lámpara de techo que fue su compañera por semanas, y de quien por fin tenía que despedirse.

Impidiendo a su mente divagar, se levantó.

Aunque al día siguiente la nota sería lanzada justo con la apertura de la bolsa de valores, soltando la bomba que esperaban revirtiera el flujo de las aguas arrastrando a Antares, él aún tenía mucho por hacer recogiendo sus pertenencias, limpiando y retirando su presencia del departamento de Gabriel. El ángel Gabriel que, sorprendiendo a cada uno de los que estaban involucrados en lo que estaba por ocurrir, se paró firme delante de quienes, alguna vez, conspiraron en contra de Ander, obligándolos a remediar el desastre que una venganza sin fundamentos ocasionó.

Que tonto se sentía Roberto por haberse prestado a un juego que ya no sólo parecía una niñería, sino que, desde el sitio en el que se encontraban parados, viendo el resultado completo, los ponía a Andrea, Eduardo, a él y a aquellos que se colaron sin invitación, aprovechando la situación frágil de Antares, como un montón de bullies.

Se sentía tan idiota por sus acciones que si hubiera sido por él, se habría retirado con la poca dignidad que le quedaba, tratando de olvidar a Gabriel. La culpa, era su cadena. Por terrible persona que fuera, con eslabón ocasional de moral.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora