51. Excusa

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Anocheció y, como solía pasarle en esa época del año, el trabajo la retuvo en el taller más de veinticuatro horas seguidas. Regresar a su casa ni siquiera fue una opción. Ir por Gabriel para llevarlo al hospital... Menos. Por suerte para ella, tenía a dos hombres dispuestos a hacerlo. Dos opciones que creía eran más viables a los gustos de su prometido. Un periodista bien parecido locamente enamorado de él, y un hermano muy guapo que al menos le relajaría la vista. Así que por ese lado no sentía culpa.

Bostezó, ajustando el saco a su cuerpo.

Por la falta de sueño, más que por el clima costero de Marvilla, el fresco de la tarde le sentaba mal.

Movió el cuello, empujando la puerta trasera de Rêve, el frente cerrado al público. Hacia una hora que el resto del personal se marchó, dejándola con sus manos perfeccionistas ajustando los detalles de un enterizo formal, y Catherina, a quien le ganó la apuesta para que la dejara ir a la tienda cruzando la calle.

Una tienda de veinticuatro horas, cuyo breve trayecto de ida y vuelta, la ayudaría a despejar la cabeza, regresando con un café cargado, galletas y algún aperitivo recalentado; para terminar el enterizo. Si todo iba de acuerdo al plan, a la medianoche tendría que estar encargándose de los detalles de la falda del pedido especial, de una de sus clientas frecuentes, a la cual vistió para las últimas dos Met Gala, logrando que fuera tendencia.

Pensando en el trabajo, al dar el primer paso fuera de Rêve, encarando el clima exterior, tardó unos segundos notar la figura encaramada a un lado del contenedor de basura, lleno de retazos, hilos, patrones destrozados y demás desechos propios del taller.

Asustada al verla levantarse, bañada por la luz blanca del foco de la salida, contuvo un grito al darse cuenta de que se trataba de una mujer joven, no mayor que ella, envuelta en ropas al azar y grandes, en un estilo oversize. Si bien se notaba que eran prendas inconexas, la belleza de la mujer era tal, que se sintió inmediatamente tentada a preguntarle si estaría interesada en modelar para Rêve.

La petición se quedó en una intención no concretada, al reconocer, sus ojos ajustándose a la iluminación, al escenario y a la mujer, los inconfundibles rasgos de un recuerdo de su infancia, su adolescencia, y las fotografías que vio de ella recientemente en los noticieros, un bosquejo de su actual apariencia.

—Aura...

Al saberse reconocida, la joven asintió con una pequeña sonrisa.

—Cuánto tiempo sin verte, Andy.

Sí. Era ella. La única que usaba ese diminutivo para nombrarla. Las cuatro letras propulsaron sus pies, abrieron sus brazos y encerraron a su prima en ellos.

Por fin estaba ahí, y no permitiría que regresara al lado de Ander.

El café, las galletas y los aperitivos, fueron olvidados en pro de ingresar a Aura en el taller.

Estaba tan feliz que sacó el celular, pensando en llamar a su hermano.

Al ver su intensión, Aura se apresuró a detenerla.

—No le digas a nadie que estoy aquí, por favor.

—Sólo es a Eduardo —prometió Andrea, haciéndole saber que, si había escapado de Ander, ellos la protegerían—. Él no le dirá a nadie más que estás conmigo. No te preocupes por eso.

La hermana menor del CEO de Antares hizo una suave negativa:

—Por favor —sostuvo su mano y la presionó, acentuando la petición—. Si lo haces, me iré —agregó, a modo de apresurada amenaza.

A Andrea no le quedó más que aceptar, conduciéndola a la segunda planta, donde se encontraba su área de trabajo, sorprendiendo a Catherina. La asistente se asustó al escuchar que la puerta se abría, luego suspiró al ver entrar a Andrea, y finalmente receló de su acompañante.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora