15. París

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Seis horas antes de las acordadas, una de las fotos engalanó en miniatura la portada de la edición de la tarde de la revista "Scena". Una de las revistas de entretenimiento impresa y digital de mayor alcance y fama, en especial por sus escandalosos titulares, sin ser el que acompañó la imagen y atrajo la morbosa atención del público, la excepción: "¿Antares llevó la inclusión a la cama de su jefe?".

En Marvilla y el resto del país la noticia corrió como el fuego, llegando pronto a las redes sociales, dónde las preguntas del público, alimentándose de los programas de chismes replicando (y agrandando sin bases) la nota, no pararon.

Si era verdad, si no lo era, si había derecho en meterse en su vida, si se trataba de una estrategia publicitaria, si muchos ya sospechaban dé, si se lo notaban a leguas y, el trending topic en redes: #QuienEs

¿Quién es el tipo de cara borrosa que apareció con el famoso Ander Zaldívar?

Sospechas. Ninguna respuesta concreta. El mundo colapsando alrededor de la nota, llegando a las manos de una madre amorosa que, para el sábado en la noche, recibió un mensaje de parte de una vieja conocida. No una amiga. Sólo una conocida a la que toleraba por fuerza de modales y apariencia, al pertenecer al mismo grupo de la iglesia local, encargado de organizar los eventos caritativos:

[¿No es ese tu hijo?]

* * *

En lo alto de la Torre Eiffel, después de la hora de cierre, esa hora que sólo es accesible con los contactos y las cantidades correctas cedidas a los bolsillos adecuados, se ocultaron en una esquina, ignorando desde hacía varios minutos la hermosa vista parisina, dos sombras masculinas difíciles de discernís como entidades individuales.

Un beso en la Torre Eiffel a medianoche.

Un beso que le quitó el aire a Gabriel, llevándolo a lo alto del cielo en nubes de algodón de azúcar, embotado por la ilusión de un sueño, y confundido por la tersa y engañosa suavidad de una mentira que se contaba con la excusa de un "contrato".

El enredo de sus manos y lenguas en aquel rincón secreto del mundo, fue un delicioso momento que perduraría en la memoria de Gabriel, más allá del caos que los asechaba.

La vibración en el pantalón de Ander exigió su vuelta a la estructura de metal, dándole la oportunidad de recomponerse con la disculpa por la interrupción y el cariño en su mejilla. Limpiando el rastro húmedo del beso de su boca, asintió, reacomodándose el saco.

Se aclaró la garganta.

Caminando a la línea de telescopios en la orilla del mirador de la cima, el aire soplando suave y refrescante en su rostro a través del enrejado, le dio privacidad a Ander de atender sus asuntos y esquivó, con la destreza adquirida en los últimos días, en especial en las recientes horas, la preocupación por el qué dirán o si alguien podría captarlos (a través de una lente curiosa o por un paparazzi), permitiéndose disfrutar el hormigueo persistente en su cuerpo.

Por el rabillo del ojo le dio un vistazo a Ander, iluminado por la tenue luz del par de lámparas que sobrevivieron a la petición hecha a los encargados de la torre, de proporcionarles intimidad, y que representaban la única amenaza de delatar sus identidades en las grabaciones de seguridad.

Vestido con un conjunto casual, Ander conservaba un aire de imponente formalidad que le gustaba a Gabriel tanto como la envidiaba. Por el contrario, él parecía un maestro, y no es que fuera malo parecer maestro. Es que parecía un maestro sin estilo.

Un choque cliché sacado de series románticas donde la protagonista era una simple jovencita con un innegable amor a las bibliotecas y un desdén por (o desconocimiento de) la moda, y el co-protagonista siendo su contraparte, luciendo como un modelo recién sacado de la pasarela de Milán.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora