57. Ser

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Tocar la puerta de su propia departamento luego de haber escapado a hurtadillas, hacia dos días, le hizo gracias, a pesar del lo complicado del contexto.

Al ser consciente de las mejillas tirando alrededor de la sonrisa, se obligó a presionar los músculos del gesto, bajándolos a su sitio en una mueca acorde a las circunstancias y el motivo por el cual escapó del hospital, regresando a la jaula en que, por semanas, se convirtió su departamento.

«Por fin enloquecí», pensó,de pie en el pasillo, moviendo los dedos agarrotados de las manos por el esfuerzo de dos horas para obtener el sobre amarillo, viejo y quebradizo, que apretaba contra el pecho, resguardando dentro las esperanzas de Aura y las suyas.

Contuvo el aire un segundo, en la frescura del mediodía, repasando los números entregados por Aura, repitiéndolos en su mente como lo hizo desde que recuperó la consciencia en la habitación del hospital esa mañana, encontrando a Ander dormido a su lado en un sillón, antes de que este se despertara y se fuera a ver a Aura, confiando en que aun seguía inconsciente o dormido.

Repasó los números al levantarse de la cama, cambiándose con la muda de ropa que fue dejada en una maleta que, seguramente, fue encargada por Matthieu, quien parecía haber regresado a Antares, dejando a Ander a cargo de los pacientes en el hospital.

Dijo los números en un murmullo, mientras los anotaba en el blog de notas del celular, sin especificar qué eran, y volvió a introyectar su voz, conforme se confundió con el ajetreo matutino, para ir al ascensor y marcharse, tratando de no pensar en Ander.

Continuó al tomar un taxi, pidiéndole que diera varias vueltas y lo dejara a tres cuadras de la central de autobuses norte dónde, a decir de una búsqueda rápida en internet, se encontraba la base de la línea de autobuses Trotamundos, pensando en despistar a Ander en caso de que pudiera rastrearlo con el celular, consciente de que tendría que usar esa cuenta que se juró no emplear.

Encontró el locker, introdujo el código, sacó la carta que estaba dentro y fue cuando el voto de confianza de Aura cobró sentido.

La puerta del departamento se abrió, interrumpiendo el recorrido a través del mantra de los códigos, presentando ante él, el rostro cansado de un periodista a quien le había destruido el corazón, por ser un cobarde.

Apretó los autoreproches al fondo de su pecho empujándolos con el puño cerrado y, haciendo un esfuerzo inconmensurable, eludió la culpa que sentía y la mirada dolida que Roberto camuflaba tras una sonrisa de comisuras destrozadas.

Le debía una disculpa y una explicación, y se las daría, más no en ese momento, no ese día, no cuando estaba por volver a aprovecharse de él.

Coordinados, Gabriel entró y Roberto se apartó.

—Tu...

—Escúchame primero —interrumpió Gabriel con urgencia, girándose hacia él, cerrada la puerta, sin darle permiso de continuar la farsa que tenían, o de pedirle sinceridad, porque no podría enfrentar ninguna de las dos peticiones, y era más urgente el contenido del sobre.

—Gabriel —volvió a insistir Roberto.

Gabriel se acercó, colocando un dedo en sus labios:

—Sé que no estoy en posición de pedir ningún favor, pero necesito que me escuches y que me ayudes, porque aunque no puedo amarte como tú me amas a mí, eres la única persona a la que puedo acudir.

Una mano temblorosa sostuvo su muñeca, apartándolo con un aflicción profunda.

—¿Es por Ander?

Ahogando la afirmativa en un silencio, Gabriel tardó en asentir:

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora