38. Oportunidad

10 1 0
                                    

—¡Cariño, te traje la comida!

El grito irrumpió en la agencia, frente a la recepción, a todo pulmón, atrayendo un par de miradas. Menos miradas que la primera vez que se le escuchó al mote cruzar las oficinas de Figgo, y siendo seguido de más risas de las que hubo en ese entonces.

—¡Cállate! —gritó Gabriel apresurando el paso desde su oficina, el rostro rojo hasta la punta de los cabellos.

—Te advertí que si volvías a saltarte una comida vendría en persona a hacerte pagar las consecuencias —respondió Roberto, pasándolo de largo cuando intentó atajarlo en la recepción, para entrar en su oficina, luego de lanzarle un saludo a Luz.

Aunque seguía sin ser de su agrado, Luz no se quejó. Roberto era un tipo ruidoso, al que no le importaba pasar por encima de los protocolos y las normas generales, con tal de salirse con la suya, pero era un buen tipo (esperaba, rogaba, pedía), y lo fuera o no, parecía ser lo que Gabriel necesitaba en ese momento.

El trabajo no disminuía, más con el periodista en la vida de Gabriel, al menos el semblante del presidente había recuperado un tono de color.

Encima, la presencia caótica y juguetona del hombre era una andanada de aire fresco que los empleados de la agencia comenzaban a tomar como normal, más que la truncada amistad extraña e igual de repentina de la que todo mundo evitaba hablar en apariencia, y continuaba cotilleando en voz baja, llenos de interrogantes y suposiciones alejadas de la verdad. Incluso de la poca que Luz conocía.

Con el par encerrado en la oficina, Luz se sentó y se relajó, posponiendo la entrega de una carpeta de bocetos. Les daría media hora, a que Gabriel comieran con calma lo que trajo Roberto.

* * *

—En vista de que la comida japonesa no fue de tu agrado —la anotación sonó más a reproche, sacando un par de envoltorios de papel aluminio, entregándole uno a Gabriel—, he vuelto a lo básico con un clásico de la cocina local.

Dudando, y con su estómago emitiendo un gruñido, a Gabriel no le quedó más que aceptar el bolillo con una variedad amplia de carnes "magras" y verduras. El aroma le recordó a la comida rápida de los locales adornando las esquinas de la cuadra.

Siguiendo cada una de sus acciones, Roberto aguardó a que una parte de su receta personal quedara al descubierto, siendo inspeccionada por Gabriel para asegurarse de que no contenía cebolla, un error que cometió en ocasiones anteriores, y sonrió al verlo morder e hizo lo propio.

—¿Le atiné? —de la misma bolsa extrajo dos botellas de café con leche endulzados.

—Tal vez —un "sí" mal disfrazado, que enseguida se dirigió a las botellas—. ¿Quién bebé café con leche a media tarde? —alzó una ceja, pensando que el único escenario plausible era una comida rápida en una excusión escolar en la preparatoria.

—Tú —aludió Roberto, botando la tapa de una de las botellas, pasándosela—. Y no me vengas con aires de adulto, que bien que te gustan las cosas dulces.

Los dedos de Gabriel se crisparon con la duda, y al final le concedieron la razón, coloreándole ligeramente las mejillas.

—Buen chico —lo felicitó al verlo beber, ganándose una mirada de reproche.

—Hablaré con Luz para prohibirle que te informe mis movimientos diarios.

—No fue Luz —se tomó de un trago mitad del café—. Tienes una manía muy particular cuando te saltas las comidas, y es que ignoras mis mensajes.

Iba a responder que era imposible que relacionara una cosa con la otra para establecer un patrón que lo llevara a su oficina, a esa hora, siendo más de las cinco de la tarde, cuando cayó en cuenta de que era verdad.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora