23. Problema

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La mitad de los músculos de su rostro apretaron una sonrisa. La otra mitad, luchó contra el ceño fruncido.

Al mejor acuerdo al que llegó la tormenta y el día soleado en su interior, fue a coexistir en una mezcla heterogénea, con chubascos y claros, con relámpagos y una suave brisa intercalándose, moviendo su rostro incapaz de establecer una expresión concreta.

En su confusa cabeza, dicha coexistencia era aún más caótica, yendo de la ilusión más exacerbada y carente de suelo, a la furia impulsada por el miedo.

Que Ander borrara el mensaje de Andrea, instigaba a las mariposas en su estómago con vientos de esperanza, y las quemaba en su tráquea con el disgusto de la intervención y las consecuencias que casi trajo consigo.

¿Fue Ander quien borró ese mensaje? No le cabía la menor duda, no por un exceso de fe, sino debido a la coincidencia de las pruebas. Esas pruebas fueron el motivo de su molestia: que lo dejara a ciegas resolviendo un problema en el que lo metió sin avisarle.

Las razones desconocidas detrás de su acción, y las posibles que se le venían a la mente, el porqué de su dicha...

¿Sería posible que hubiera una oportunidad de que, el motivo por el cual Ander borró el mensaje, se tratara de algo no profesional, externo al juego que llamaban "contrato"?

¿Y si la causa fue un motivo más personal y sentimental?

No quería pensar en ello y darse la oportunidad de creer que sí, pero lo hacía. Lo pensaba y se emocionaba al hacerlo, su corazón dándolo por hecho.

—Es la hora —dijo Luz, ingresando en la oficina.

Sustraído de su ensimismamiento, y de la lucha entre la respuesta obligada por deber profesional (de enojo) y la que le exigía su corazón, asintió.

—¿Llegó sola?

Luz negó:

—Con su equipo.

Aliviado, Gabriel tomó una de las carpetas que le ofrecía, marchando a la sala de reuniones, dónde Andrea esperaba.

En compensación por su "despiste" al no ver el mensaje de la cena, Gabriel le ofreció verse para hablar en Figgo de las dudas que tuviera, eludiendo la idea de una "cita", como sugirió previamente la directora, enfocándose en el trabajo.

Andrea dudó al inicio. No mucho después, aceptó, fijando la condición de que se le presentara un adelanto.

Para su suerte, el equipo de Figgo estaba tan emocionado con la idea de trabajar con Rêve, que antes de lo pensado terminaron la propuesta.

En la trinchera les hubiera encantado tener uno o dos días más para una revisión exhaustiva, no obstante, el equipo hizo su mejor esfuerzo para que, en las horas acordadas hasta su encuentro, se pulieran la mayor cantidad de detalles.

Le preocupaba la pulcritud de su trabajo, sí, y confiaba lo suficiente en los miembros que conformaban Figgo para saber que, si ellos estaban de acuerdo en mostrar su trabajo en ese punto, la presentación estaría a las alturas de cualquier expectativa, aun siendo imperfecta.

Esas imperfecciones las sacaría adelante. Era su deber y compromiso como presidente.

Confiaba en ellos. Los conocía. Y ellos confiaban en él para cubrirles las espaldas.

A mitad de pasillo, al pasar junto a la recepción, Ander apareció en la entrada con una mano en el bolsillo.

Alto, imponente y galante, vistiendo un traje de corte americano en azul medianoche, acentuando el gris de sus ojos.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora