41. Castigo

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Lo sintió levantarse de la cama y, con cuidado y ternura, arroparla para abandonar la habitación en mitad de la noche, fingiendo que la creía dormida, cuando los dos sabían que, desde hacía años, ninguno conciliaba el sueño sin somníferos estando apartados el uno del otro.

Al cerrarse la puerta, Aura se sentó entre las sábanas, suspiró y, en la oscuridad, alcanzó el celular. Lo desbloqueó y abrió un juego. En lo que cargaba el mundo virtual en el que se sumergía para olvidar el real, con la pantalla negra y la barra de carga avanzando, suspiró, obligada a reconocer que la situación la sobrepasaba.

Si Ander ni siquiera era capaz de dormir estando a su lado, era... Era de esperarse en realidad.

Tomó los audífonos bluetooth, los conectó y antes de comenzar la partida, desistió.

No estaba ahí para evadir la catástrofe alrededor de Ander. Estaba ahí para ser su apoyo. Por eso le pidió que la trajera de vuelta a Marvilla.

Bloqueó el celular sin siquiera cerrar la aplicación. Se quitó los audífonos. Salió de la cama siguiendo los pasos de Ander hacia la sala, donde el sonido amortiguado de sus pies descalzos hizo que el CEO levantara la vista del suelo, sentado en el sillón.

—¿Te desperté? —la recibió con una sonrisa falsa, cansado— Lo siento.

Con una negativa, Aura saltó la respuesta a una pregunta sin sentido y el reproche, ocupando el espacio junto a él, subiendo los pies para retraerlos contra su pecho, abrazando las rodillas, manteniendo un silencio compartido. Si Ander se salió de la habitación, no fue para estar solo, sino para evitar que el ruido en su mente y corazón la perturbaran.

A esas alturas, con todo su dolor, seguía preocupándose por ella.

¿Y qué consuelo tenía para ofrecerle a cambio de cuánto hizo Ander para cuidarla?

—No te rindas.

La frase, por genérica que se escuchara, sorprendió al hombre que giró el torso hacia Aura, siendo recibido por una tímida sonrisa.

—Estaba pensando que si fuera Adel quien estuviera aquí, contigo, sabría qué decirte. Pero —se escondió entre sus hombros—, estoy yo. Y lo único que se me ocurre, es preguntarme qué diría él, y lo más cercano sería eso: "No te rindas".

Aguantó el aire y lo dejó escapar tras una breve pausa.

La pesada mano de Ander acarició sus cabellos, respetando que ocultara su rostro en la caída de sus cabellos.

—Sí. Es algo que él diría —coincidió—. Y, tú, en vez de decir, habrías echo una locura.

La última palabra fue acompañada de una risa que evocó un tiempo pasado, un tiempo dulce.

Ladeando la cabeza, Aura le dio la razón, para luego unirse a la risa.

—Si hubiera estado ahí, contigo, la primera impresión de la honorable familia Zaldívar, que quiere robarse al joven heredero De la Cruz, se habría ido por el caño junto con la policía —sonó a broma, más ambos sabían que se trataba de un escenario viable.

—Por esa razón tienes prohibido salir sola.

—Pensé que era porque querías protegerme —se quejó.

—¿Protegerte? El mundo es el que necesita ser protegido de ti.

Uno de los cojines cuadrados fue lanzado al rostro de Ander, que lo atrapó.

—A esto me refería.

—Tú no cambias —Aura tomó otro cojín, y en vez de lanzarlo lo golpeó con él—. Pasan los años y no dejas de ser malvado con tu hermanita.

Los Secretos del Hombre de Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora