Un momento a solas

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Capítulo cuarenta y ocho

Mientras Lena se dirigía al estudio para terminar el trabajo que debía entregar en un par de días, pasó por la habitación de Melanie esperando escuchar a su amiga, y amada, gemir frente al imponente cuerpo del desgraciado de Pablo. Sin embargo, no escuchó nada. ¿No estaban en su cuarto? El edificio en donde vivía Pablo era tan grande que podían estar en cualquier lado. Hasta ahora ella misma no había llegado a recorrer por completo los pisos en los que tenía permiso deambular.

Cuando Lena entró al estudio se encontró con Melanie, quien estaba pintando un cuadro. Se quedó mirándola, admirando su belleza por más de lo que esperaba. Sin embargo, cuando ella dio vuelta la cabeza, se sentó como si nada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Lena

—Hago la tarea —dijo Melanie.

—Supuse que te estarías revolcando con la enorme verg* de tu novio —Lena se ponía guaranga cuando quería.

—No es mi novio, y aunque me gusta están pasando cosas que aún no he terminado de procesar, por lo que le pedí tiempo —indicó la muchacha sin siquiera ver a su amiga. Estaba muy concentrada en su cuadro.

—¿Lo dices en serio? ¿Y él qué te dijo? —preguntó Lena con mucha curiosidad.

—Que me entiende y que espera que pueda aceptar que siga insistiendo —Melanie no quería hablar de eso con Lena.

La verdad era que Pablo le había dicho que estaba obsesionado con ella, y que esperaba ser parte de su vida en la medida en que Melanie se lo permitiera. Ella había aceptado ser su amiga con derechos hasta que lo de Caín se solucionara, pero le había pedido mantenerlo en secreto. No quería lastimar a Lena ni provocar a ese tal Caín

—¿Le pediste disculpas a Leo? ¿O solamente tuviste un revolcón?

Lena miró a Melanie asustada. ¿Ella los habría escuchado teniendo relaciones?

—¿De qué hablas? —preguntó Lena sonriendo nerviosa.

—Pensé que te gustaba, y que por eso lo molestabas todo el tiempo. Disculpa si me equivoqué —Melanie se había dado cuenta de que Lena tenía los labios hinchados. Era probable que se hubiera besado con su profesor y no quería contarle. Estaba en su derecho a hacerlo, después de todo su relación de amigas estaba algo afectada en este momento—. Lena, ¿podrías hablarme de Caín?

—¿Por qué quieres saber de él? No es un buen tipo. Deja de darle vueltas en tu cabeza. Tu amigo con pen*e enorme lo resolverá, no debes preocuparte —Lena trataba de hacerle un chiste porque no quería preocupar a Melanie. En el bajo mundo del sex*, Lena había sido capaz de ver cosas horribles, algunas casi indescriptibles cuando acompañaba a su viejito a esos antros a hacer negocios. Ella creía que Melanie no estaba lista para saber de eso.

—Necesito saber cómo es. ¿Qué conoces de él? ¿Cómo era como jefe? ¿Él te mandó a golpear o él mismo lo hizo? —Melanie estaba distinta, seria, como si se le hubiera metido algo en la cabeza. Algo que Lena temía pondría en riesgo su vida.

—Es un hombre muy peligroso. Tiene cambios en su estado de ánimo, puede mostrarse compasivo, agradecido e incluso bondadoso. Sin embargo, cuando algo no le gusta es capaz de todo —Lena había visto cómo Caín dejó a una chica tras saber que le robaba clientes para llevarlos a su casa y quedarse con todo el dinero.

Caín había llevado a esa chica al Círculo, y por la cantidad de dinero que esta le había hecho perder la ofreció en una especie de subasta al mejor postor. Un grupo de amigos ofrecieron cien mil dólares por estar con ella dos horas. La chica había terminado desgarrada y con traumatismos en todo su cuerpo. Ellos habían abusado de ella como si fuera un objeto inanimado, como si no hubiera una mente y sentimientos. Después de eso, uno de esos chicos se suicidó. Al parecer, lo que empezó como un juego sacó lo peor de sus amigos y él que lo presenció todo no soportó la culpa. Por lo menos eso era lo que se decía.

Ese era el motivo por el cual Lena había aceptado darle todos sus ahorros a Caín, sin siquiera saber que Melanie tenía la misma apariencia que una chica que le había gustado en el pasado. Cuando Lena les dio el dinero, uno de los tipos de Caín, un tal Aarón, le había dicho que no podía decidir por ella misma si presentarle o no a su amiga a su jefe. Y fue por eso que rompieron su pierna.

—Así, recordarás lo que te espera si no cumples con tu obligación —le había dicho ese maldito secuaz de Caín—. Cuando tu pierna sane traerás a la chica y dejarás que sea Caín quien decida qué hacer con ella.

Lena estaba segura de que ahora la vida de Melanie estaba en un peligro mucho más grande. Por lo que había pensado esperar a que su amigo le devolviera su dinero y huir con ella a otro país. Todavía no se lo había mencionado a Melanie, porque este no había podido devolvérselo aún. Y no quería que Melanie se pusiera nerviosa innecesariamente. Lena sabía que ella siempre había sido una chica que meditaba mucho las cosas antes de actuar. Por lo que le había sorprendido que se fuera con Pablo la noche del club.

—Lena, ¿me escuchas? —preguntó Melanie con preocupación en su rostro.

—Sí, es que estoy cansada, pero debo terminar este trabajo —mintió, no sabía qué decirle a su amiga.

—No hace falta que me digas nada. Se nota que te pone mal hablar de él —Melanie la abrazó y le dio un beso en la frente.

Lena sintió la calidez de su cuerpo y suspiró. Qué difícil era ser amiga de una chica como Melanie. La cual siempre trataba de hacerte sentir bien, pese a lo mal que ella misma la estuviera pasando.

Cuando se conocieron, Lena le tomó cariño muy rápido, ya que era una chica sencilla, con mucho talento y que siempre dejaba ver sus emociones y pensamientos. Algo que le había parecido extraordinario, sobre todo a Lena, que era alguien que nunca mostraba lo que le pasaba en realidad. Su padre la había golpeado tanto de niña que había aprendido a ocultar las emociones para no tener que lidiar con el otro.

—Gracias por ser tan buena amiga y seguir a mi lado pese a todo —dijo Melanie y Lena sintió que su corazón palpitaba con más fuerza.

En ese momento la puerta se abrió y Pablo entró con unas tazas de café. Al verlas endureció la mirada. 

Autora: Osaku

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