Un compromiso

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Capítulo ciento setenta y ocho

—¿Vas a decirme que se supone que ocurrió estos días? —preguntó Leonardo a Lena mientras bailaban.

—Mi padre nos estaba vigilando —dijo ella apoyando la cabeza en su pech*.

—¿Cómo? ¿Te hizo algo? —preguntó Leonardo, preocupado.

—No, pero contactó a Caín.

Lena le explicó a su novio lo que había ocurrido.

—¿Por qué no me contaste? —preguntó Leonardo algo molesto.

—¿Recuerdas cuando pensaste que no importaba contarme que Pablo no había sido herido en la fiesta? Esto es lo mismo —le recordó ella.

—Pero Caín está enamorado de ti. ¿Qué pasaba si trataba de propasarse? —preguntó Leonardo y ella sonrió.

—Lo mismo que si cualquier tipo tratara de molestarme, una buena patada en la entrepierna —aseguró Lena—. Escucha Leo, no quiero casarme. No es algo con lo que sueño, pero si es algo que tú necesitas para estar más tranquilo lo haré.

—No es necesario —dijo él y la abrazó con fuerza—. Solo dame un hijo cuando sientas que estés lista para ser madre.

—¿Te decepciona que no esté embarazada? —preguntó ella confundida.

—No lo sé. Nunca me sentí así al estar con alguien. Es como si mi mente se nublara cuando se trata de ti. Quiero tener todas las experiencias que existen a tu lado —dijo Leonardo y luego la soltó—. No vuelvas a decirme que no quieres estar conmigo a menos que sea verdad. ¿Puedes prometerme eso?

—Sí, solo quiero que dejemos esta fiesta y volvamos a nuestro cuarto —le dijo Lena casi suplicando.

—¿Y la fiesta? Debiste tomarte mucho tiempo para organizarla.

—De hecho, fue Caín quien se encargó de todo. —Lena sonrió—. ¿Te decepcionó?

—No, solo debo pedirle disculpas a ese maldito tonto —dijo Leonardo y Caín se acercó bailando con Alondra.

—¿Cómo van los novios? —preguntó sonriendo.

—Eres un maldito, no me disculparé por golpearte —dijo Leonardo y luego suspiró—. Aun así, gracias por todo lo demás.

—Un Dinamo dándome las gracias, esto es nuevo —indicó Caín riendo—. Esto debe ser un sueño.

—Sí, claro. No te acostumbres —le advirtió Leonardo y tomó a su novia y la sacó del salón.

—Permiso —dijo Rafael tomando la mano de Alondra y dejando a Caín solo en la pista.

—¿Bailas? —preguntó Jana.

—La bruja del norte —dijo Caín burlándose de ella y luego tomó su mano—. Mantente lejos de Lena o te dará unos cuantos azotes.

—Lena sabe que entre Leo y yo no pasa nada. Es una chica segura —le aclaró Jana a Caín.

—Necesito una así —dijo él y ella sonrió.

—Cielo la está pasando mal.

—No hablemos de ella, esta es una hermosa celebración —dijo Caín tratando de cambiar de tema—. Por cierto, gracias por la ayuda.

—No fue nada. Volviendo a Cielo, no sé qué le ocurre. La noto perdida —reconoció Jana.

—Cariño, ella sigue en el pasado. Al igual que tú. Tal vez harían una linda pareja juntas. ¿Por qué no se lo propusiste? —bromeó Caín.

—Ella necesita que haya un hombre. Lo intenté, pero no funcionó —dijo ella mirando a Milton, quien había sacado a bailar a Alondra.

—No puedo cambiar el pasado, pero puedo darte un concejo. Aléjate de Cielo, ella no puede evitar ser egoísta. Tal vez ese chico se merezca una oportunidad y al fin puedas dejar de ser el segundo plato de alguien como ella —le susurró Caín al oído a Jana—. Ten una bella noche.

Caín se fue a su cuarto, que le hablaran de Cielo lo ponía de mal humor.

—Es mucha comida para nosotros —aseguró Milton a Rafael.

—Caín siempre hace las cosas en grande —dijo Rafael mientras su novia se acercaba a Jana.

—Averiguaré si hay algún lugar que necesite ayuda por las noches. Tal vez toda esta comida les sirva —dijo Milton y se levantó.

—¿Vamos? —le preguntó Rafael a Alondra. Estaba impaciente por regresar al cuarto.

Una vez que Rafael y Alondra se fueron, Jana se quedó sola. Las palabras de Caín comenzaron a pesar sobre ella. Cuando Milton regresó, ella estaba guardando toda la comida en cajas de cartón para llevar.

—¿Qué haces? —le preguntó Milton.

—Hay un centro de noche para personas sin hogar en la ciudad. Voy a llevar la comida ahí. Es una pena que se desperdicie —dijo ella y siguió empaquetando.

—Te ayudo —dijo Milton y se sorprendió que ambos tuvieran la misma idea.

—Tengo cinco hermanos varones, en casa la comida no sobraba —dijo Jana sin mirar a Milton.

—Yo tengo tres hermanas mujeres, los gritos no faltaban —respondió él y ella sonrió.

Habían discutido por causa de Cielo, pero aún había química entre ambos. El problema era que los dos querían cosas distintas.

—Lamento que la pasaras mal con Cielo —dijo Jana y Milton puso mala cara.

—No hablemos de ella —indicó él.

—Sé que parece una loca y siempre se comporta como si no le importaran los demás. Pero pasó por muchas cosas cuando era chica. Me dijo que tú eres el único hombre que le gustó con el que no hizo nada —dijo Jana.

—¿Y qué? No me gané ningún premio —aseguró Milton.

—¿Sabes por qué no lo hizo contigo? —preguntó Jana.

—Porque mi medio hermano tenía más dinero —dijo él con ironía.

—No, porque quería que la relación que tuvieron permaneciera pura. Eres el único recuerdo puro que le queda. Por eso te pidió permiso ese día —dijo Jana.

—¿A qué quieres llegar con eso? ¿Piensas que mi vida fue fácil? Mi hermana fue asesinada porque pensaron que era ella. Me fui a estudiar fuera para no pensar en ella porque se me clavó en el corazón desde que tengo quince años. Antes de ti no había repetido la noche con la misma mujer por miedo a volver a sentirme como cuando conocí a Cielo. Puede que no lo haga con intención, pero sigue haciéndole daño a quienes la rodean —aseguró Milton.

—Esa noche, ella tuvo que ir con el médico, ese porque no es la única que puede donarle un riñón a Mel. Cielo no quiere que tú tengas que pasar por eso y le pidió que dijera que solo ella era donante. Porque sabía que te sentirías tan mal, por lo que tu hermana le hizo que serias capaz de ofrecerte —dijo Jana molesta.

—No cambia el hecho de que sigue engañando para obtener lo que quiere. ¿Quién puede estar en una relación con alguien así? —le preguntó Milton a Jana. 

Autora: Osaku

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