De vuelta al pasado

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Capítulo cincuenta y dos

Leonardo condujo hasta la casa de Pablo, entró y se encontró con Lena sentada en el living. Al verlo se asustó y corrió hasta donde él estaba.

—¿Qué te pasó? —preguntó ella casi llorando.

—No es mi sangre, no me ocurrió nada. Tranquila, amor —dijo Leonardo y no pudo acariciarla, aunque quería. Sus manos seguían llenas de la sangre de su amigo.

—Voy a darme una ducha. Despierta a Melanie, Jana cree que lo mejor es que esté al lado de Pablo. El médico considera que tiene pocas posibilidades de sobrevivir —dijo Leonardo y Lena se puso pálida.

—Mel no llegó, te envié mensajes preguntándote por ella.

—¿Cómo que no llegó? —preguntó Leonardo, más preocupado que antes.

Este tomó su móvil y empezó a llamar a Abel para que ubicara a Melanie.

—Lo siento, hubo un accidente cuando todos salían de la mansión de los Dinamo. Dos automóviles chocaron cerca del sitio. No sabemos dónde se encuentra Melanie —dijo Abel después de contactar a todos los empleados de Pablo.

—Llamaré a Caín. —Leonardo, se sentía confundido. ¿Cómo era posible que las cosas salieran tan mal si tenían todo organizado?

Caín estaba en el hospital con Jana, esperando que los dejaran entrar a ver a Pablo. La cirugía había revelado que una de las balas había atravesado el hígado de Pablo y por eso él había sangrado tanto. Cuando recibió el llamado de Lena.

—Preciosa, que lindo escucharte —dijo Caín sonriendo, pero después de que ella hablara se puso serio—. ¿De qué estás hablando? No sé nada de ella. Jamás le haría daño, te lo he dicho muchas veces.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Jana a Caín.

—Melanie desapareció —dijo Caín y ella se tapó la boca con las manos.

¿Sería obra de Cielo?

—Claro que me haré cargo —dijo Caín lleno de frustración.

Habían planeado todo tan bien. Si no fuera por culpa de Marcia... En ese momento se dio cuenta de que Marcia no habría podido hacer todo eso sola. Y mandó a sus empleados a revisar las cámaras de la casa de los Dinamo. Él tenía acceso, sin embargo, cuando trataron de hacerlo, la computadora rechazó sus contraseñas. Caín recibió un mensaje de Diana que decía que ya no volviera a su casa, porque nos sería bienvenido de nuevo ahí. La mujer se había dado cuenta de que él apoyaba a Pablo y la había engañado.

—Maldito Caín —dijo Diana al ver su móvil, odiaba que la hubiera engañado.

—Mamá, necesito que firmes el acta de defunción de Mauricio. Después de todo él no es mi padre, no puedo hacerlo yo —dijo Rafael entrando a su oficina.

—¿Por qué no llamas a los hijos de ese maldito? —preguntó la mujer ofuscada.

—Porque tú eres su esposa legalmente —dijo Rafael y ella firmó sin mirar.

—Vete de aquí —dijo la mujer, pero él no lo hizo.

—Me pregunto qué fue lo que te pasó en la vida para que seas una persona tan egoísta y malvada, incluso con quienes te aman —dijo su hijo antes de salir. La verdad estaba saliendo a la luz.

La mujer tomó lo que había sobre su escritorio y lo tiró al suelo para luego gritar. Las cosas no habían salido como ella esperaba. Marcia había cometido el error de avisar a todos que estaba ahí. Diana estaba segura de que, si no lo hubiera hecho, sus problemas se habrían acabado. Después de todo, ella había orquestado la separación de Miguel y Cielo cuando estos eran adolescentes.

—¿Dónde estoy? —preguntó Cielo con temor. Alguien la había secuestrado.

—La señora dice que su hijo la está esperando en la playa —dijo la voz de un hombre, ella no podía ver por lo que no entendía que era lo que ocurría.

—Debemos detenerla aquí hasta que él regrese a casa —dijo otro hombre.

Diana había descubierto que Miguel había retirado sus ahorros de la caja fuerte. Por lo que les exigió a los empleados de su casa que le dijeran con quien se estaba viendo. Le pidió a alguien que se encargara de encontrar a la chica con la que pensaba fumarse.

Uno de ellos la buscó en el colegio al que iba y empezó a seguirla. Después de entender que el muchacho estaba decidido a irse con esa chica. Volvió a acercarse al colegio al que ella iba para tratar de convencerla de dejar a su señor. Diana le había dado dinero para que negociara con la muchachita, pero al empleado verla discutir con un muchacho esperó para abordarla.

Cuando Cielo tomó otro camino, el hombre miró al muchacho que se acercaba y le sonrió.

—¿Qué le pasa a esa chica? ¿Es tu novia? Las chicas son todas iguales, al final —dijo como si estuviera tratando de darle la razón, tratando de acercarse a él.

—Solo es una prost*tuta —dijo Milton, enojado, sin saber que eso haría que la vida de Cielo cambiara para siempre.

Fue después de eso que Diana mandó a sus empleados a seguir a Cielo a su trabajo. Descubrió que su padrastro había llevado a Miguel a un prostíbulo, y lo había hecho tener su primera vez con una chica de esas. No necesitó más para estar segura de que esa muchachita sería una mala influencia para su hijo. Debía deshacerse de ella, por lo que después de que hiciera que la secuestraran, le ofreció dinero, al Cielo negarse, usó el recurso más despreciable que se le vino a la mente. Su padrastro había abusado de ella cuando era chica, la había utilizado para negociar con otros hombres y ella había sentido terror de él a partir de ese momento y durante el resto de su vida. No se atrevía a contradecirlo, era él quien quería que Mauricio fuera su yerno y la había obligado a buscar la manera de embarazarse de él, ya que el muchacho tenía el potencial necesario para hacer que los Dinamo se volvieran una potencia en la industria. Diana había empleado todos los recursos a su disposición, usando incluso a su amiga. Todo lo que pudiera para que su padrastro no volviera a torturarla de ese modo.

Por lo que no dejaría que Cielo volviera a pensar en su hijo, la atormentaría de la misma manera. Y así, haría que Miguel volviera a estudiar y fuera el sucesor de los Dinamo. Si él tomaba el poder, ella podría deshacerse de su padrastro en algún momento.

Les dijo a esos hombres que podían hacer lo que quisieran con la chica mientras no la asesinaran. Ella no se consideraba una asesina en ese momento. Ellos abusaron de Cielo el tiempo que Miguel estuvo esperándola. Recordándole que solo si Miguel se daba por vencido su tortura terminaría. Diana no conocía a Cielo, no sabía ni como se llamaba en ese momento, por lo que cuando diez años después escuchó a su hijo hablar de ella con alguien más la investigó, fue entonces que confundió a la joven hija de Eva con la enamorada de su hijo.

Autora: Osaku  

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