Nuestra noche arruinada

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Capítulo ciento veintitrés

—¿Cómo crees que se tomará Melanie las cosas al saber lo que hice? —preguntó Lena a Leonardo.

—No lo sé y no quiero pensar en eso ahora. Aún debo contarle que soy su tío y que su padre es mi hermano muerto —dijo Leonardo algo frustrado. Le molestaba que Lena no pudiera hacer otra cosa que hablar de Melanie.

—Cierto, al final no le dijimos —Lena se estaba quitando el vestido lila que había usado en la boda de su amiga.

—¿Podemos dejar de hablar? Ese vestido quería quitártelo yo, lo estuve deseando toda la noche y ahora me quitas la oportunidad de hacerlo —le reclamó Leonardo acercándose a Lena.

—¿Cómo puedo hacer para que me perdones? —preguntó Lena volviendo a subir la cremallera del cierre.

—Cásate conmigo —le pidió Leonardo y ella empezó a reírse.

—Claro, debes pedir algo que sí pueda ser real —dijo ella y se sentó en la cama esperando que Leonardo se acercara para quitarle él mismo el vestido.

—Entonces, deja que te lo haga vestida —él sonrió, aunque en realidad su propuesta de matrimonio había sido real, se esperaba una respuesta así por parte de Lena.

—Eso me parece más interesante —dijo Lena levantando el vestido para que él notara que no llevaba bragas.

—Me encanta cuando no te colocas ropa interior —dijo y se bajó los pantalones dejando a la vista su enrome ereci*n.

El timbre de la casa de Lena sonó y ambos se miraron.

—¿Quién mierd* es a esta hora? —preguntó Leonardo molesto.

—Iré a ver —dijo Lena y lo dejó solo en el cuarto para que tratara de meter lo que tenía entre las piernas de nuevo dentro de sus pantalones.

Lena se acomodó un poco la ropa y después abrió la puerta. Fue tremenda la sorpresa que se llevó al ver a Caín ahí. Tenía a Rafael ebrio abrazado a él y detrás estaban Jana y Alondra riendo como si se hubieran fumado algo.

—Hola, bebé —dijo Caín, sonriendo—. Ninguno recuerda donde vive, fuimos a casa de Pablo, pero sigo como sujeto, no deseado ahí. Por lo que su sistema de seguridad no me deja entrar para dejarlos. Así que se me ocurrió que podía traerlos a tu departamento.

—Pudiste dejarlos en un hotel —le indicó Lena mientras abría la puerta para que entraran.

—Ninguno tiene su documentación encima —Caín parecía tener una respuesta para todo.

—¿Tú no tienes casa? —preguntó Lena molesta.

—Tengo invitados, no creo que se llevarían bien —Caín había llevado a Cielo a su casa y no quería que los demás supieran aún.

—¿Y no sabes dónde vive Rafael? ¿No eres amigo de su familia? —preguntó Lena mientras les buscaba algo para que beban y se hidraten.

—Traté de llamar a Leo, pero no responde su móvil —dijo Caín acercándose a Lena después de dejar a Rafael en el sofá—. ¿Tanto te molesta verme?

—¿Qué haces? —preguntó Lena dándose vuelta y quedando de frente a Caín, contra la cocina.

—Hermosa... Deseaba decirte que te veías hermosa en el casamiento —dijo él sonriendo.

—¿Qué haces Caín? —preguntó Leandro al ver la situación.

—Traje a tu hermano, al parecer perdió las llaves de su casa —dijo Caín sin dejar de mirar a Lena—. Parece que la fiesta seguía en casa de Lena, pero las invitaciones eran limitadas.

—Puedes irte, nosotros nos haremos cargo de ellos —Leonardo parecía estar muy enojado.

—Bien, tengo algunos asuntos que resolver gracias a Pablo. Espero se las puedan arreglar solos —sonrió Caín y miró los sen*s de Lena antes de girarse para marcharse.

—¿Tú que haces tan ebrio? —preguntó Leonardo a Rafael.

—Solo nos estábamos desestresando un poco. Es una victoria, mi sobrina no se casó con su otro tío —respondió Rafael recostado en el sofá de Lena.

—Tomaré el coche y los dejaré en casa de Pablo —informó Leonardo sin mejorar su humor.

—Pueden quedarse hasta que se sientan un poco mejor —indicó Lena preparándoles algo de té.

—Como quieras —dijo Leonardo y fue al cuarto de Lena a sacarse el saco y la corbata.

Odiaba ver que Lena no se hubiera defendido de Caín y que le permitiera entrar a su casa.

—¿Te pasa algo? —preguntó Lena entrando detrás de él.

—¿Qué hay entre Caín y tú? —preguntó Leonardo sin poder contenerse.

—¿Podrías hacer preguntas serias? ¿Qué querías que hiciera? Traía a Rafael y a las chicas —le explicó Lena cansada.

—¿Y por qué no te lo sacaste de encima cuando los encontré? ¿Te gusta que te busque? —preguntó Leonardo arrojando el saco sobre la cama.

—No voy a soportar tus estupideces. Si quisiera estar con Caín lo haría y tú no te enterarías —le aseguró Lena mientras se quitaba el vestido para colocarse algo más cómodo.

—No juegues conmigo, no me gusta —le advirtió Leonardo mientras le sujetaba la mano.

—Tú eres el que no se da cuenta de que por el único que abro las piernas es por ti, maldito, enfermo —dijo Lena y tras colocarse un pijama salió del dormitorio.

Lena llevó a las chicas al cuarto de invitados y les pasó ropa para que se cambiaran.

—¿Estarán bien durmiendo aquí? —preguntó Lena.

—Si —dijo Jana sonriendo, aunque le costaba colocarse la ropa.

—Yo no podría decir que estoy bien, pero me enamoré de tu cama —Alondra parecía más fumada que Jana.

—¿Qué mierd* bebieron? —preguntó Lena y les pasó un balde para que tengan en caso de que el vómito las apurara.

Leonardo estaba fuera del cuarto de invitados de Lena, llevando solo puesto los pantalones, dejando a la vista de su novia su esplendoroso cuerpo esculpido por los dioses y una expresión más serena en el rostro.

—Lamento haberme puesto tan celoso —dijo esperando que ella volviera a mandarlo a la mierd*.

—Está bien, debí apartar antes a Caín. Solo que estaba preocupada porque las chicas parecían querer entrar a mi estudio y no le presté mucha atención a él —confesó Lena—. Ya cerré la puerta, pero, aun así, me atemoriza que estas dos duerman juntas.

—A mí también me preocuparía, Jana es de las que disfruta el contacto físico —dijo Leonardo sabiendo cómo era su amiga con otras chicas.

—Mientras los medios hermanos estén separados estaremos bien —dijo Lena señalando a Rafael.

—¿Crees que a mi hermano le gusta Alondra? —preguntó Leonardo sorprendido.

—No lo sé, pero estuvo actuando extraño estos días —dijo Lena y abrazó a Leonardo. Este se sorprendió.

—Parece que ninguno tomará el té que preparé, volvamos a la cama —dijo Lena y besó a Leonardo en la barbilla.

Autora: Osaku 

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